La inteligencia ha sido un concepto de mucha importancia que ha variado con los años, mayormente ha sido asociado a habilidades matemáticas, de lenguaje, lógicas y espaciales. Estas habilidades siempre han sido muy valoradas y antes se pensaba que esto era algo inalterable, es decir que se nacía con cierto nivel de inteligencia y que, de no tenerlo, no se podría obtener. Además, la relación entre alcanzar el éxito y este cociente parecía directa, había un foco importante en medir qué tan inteligentes eran los niños para predecir su éxito (e incluso la pertinencia) de su educación.
Poco a poco, gracias a diversas investigaciones, este concepto ha cambiado y aunque hoy en día existen todavía muchos estereotipos acerca de la inteligencia y su relación con el éxito o con los buenos resultados en la escuela o el trabajo, poco a poco hemos entendido, gracias a diversas investigaciones y a la propia experiencia, que no solamente existe un tipo de inteligencia y además que una facilidad para las matemáticas, para recordar información o resolver cierta clase de tareas no garantiza el éxito y mucho menos una vida plena para las personas.
Hoy sabemos que la Educación Socio Emocional es muy importante para la vida cotidiana y en la escuela, pues los niños, además de aprender a leer y sumar, necesitan trabajar en la gestión de emociones, en la autorregulación, fortalecer su autoestima y sus relaciones interpersonales, lo que ayuda a desarrollar inteligencia emocional.
¿Qué es inteligencia emocional?
Este popular término refiere a ciertas habilidades que bien se pueden aprender y desarrollar a través de la práctica, se trata de nuestra capacidad para gestionar nuestras emociones y relacionarnos con otras personas, especialmente con el desarrollo de la empatía, las cuales se adquieren gracias a la Educación Socio Emocional, que se ha convertido en una prioridad para muchas escuelas, pues permite lograr el equilibrio y cuidar la salud mental, mientras se busca que exista un vínculo entre pares, una comunidad fuerte y resiliente.
Su relación con el éxito a largo plazo
Aunque el desarrollo de la inteligencia emocional no significa que los niños o adolescentes tengan mayores habilidades matemáticas, si les servirá de apoyo para lograr un mejor rendimiento académico, así como la obtención de otros logros en su vida como adultos, no solo en el ámbito laboral, también en el personal.
Y es que la Inteligencia Emocional permite acercarse a otras personas y crear con ellos lazos de colaboración, saber reconocer nuestras capacidades, así como las herramientas para estudiar y adquirir aquellas habilidades en las que necesitamos mayor atención, todo lo cual es una forma de alcanzar un éxito profesional y un equilibrio personal.
¿Cómo se ve la Inteligencia Emocional?
En ocasiones estos conceptos parecen muy ambiguos o abstractos, pues refieren a habilidades que no podemos evaluar en un examen con preguntas correctas o incorrectas, sin embargo, es fácil distinguir estudiantes que han adquirido estas habilidades cuando los vemos aproximarse a los eventos importantes de su vida social y académica.
Un estudiante con suficiente inteligencia emocional será capaz de superar el estrés ante los exámenes, sin que esto se interponga en su vida personal ni afecte su salud física, con equilibrio al cubrir sus necesidades. Será alguien que tras recibir una mala calificación o fallar en un examen sea capaz de sobrellevar la frustración y verlo como una oportunidad de aprendizaje o crecimiento. Así mismo, dispondrá de herramientas para relajarse, concentrarse y cuidar su ambiente al momento de estudiar o resolver problemas, sabrá pedir ayuda cuando lo requiera y trabajar en equipo con sus compañeros, reconociendo sus habilidades y logros.
¿Cómo lograr esto?
El primer paso es el reconocimiento de nuestras emociones y eso implica un trabajo también para el docente, se trata de conocer el vocabulario que describe nuestras emociones y trabajar para aprender a reconocer y nombrar lo que sentimos.
Una vez nombradas, debemos encontrar la manera de gestionar dichas emociones, estrategias para expresar sanamente el estrés, la ira, la frustración, la tristeza e incluso la alegría. Esto requiere de práctica y ejercicios, como la respiración, la escritura, el uso del arte o de objetos que nos permitan liberar energía.
Es también importante el reconocimiento del otro, saber que las otras personas experimentan emociones como las nuestras y que sus experiencias son tanto particulares como comunes a nosotros, pues aunque en ciertos momentos podemos no sentir lo mismo que la otra persona, podremos reconocer cómo se siente esa emoción, qué dificultades hemos tenido para atravesarlas y ayudar o comprender a ese otro en el momento. El desarrollo de la empatía.
¿Crees que en tu salón de clases es necesario el desarrollo de estas habilidades? ¿Qué harías tú para mejorar este aspecto?