En ocasiones pensamos que la definición de inteligencia es una habilidad natural para resolver problemas lógicos, éxito en matemáticas, ciencias o la facilidad de aprender o memorizar cierto tipo de información, sin embargo, sabemos que la inteligencia no es solamente esto, en años recientes se habla de varios tipos y quizá la más destacada últimamente es la inteligencia emocional.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Es necesario saber que se trata de un conjunto de habilidades y que como todas las habilidades lo más importante no es tener una facilidad natural, sino aprender y trabajar en ellas. Esta se basa no en la supresión o en el control sobre las emociones en sí mismas, sino en la capacidad de manejar nuestras reacciones a dichos sentimientos, así como la gestión que esto implica.
Las diferentes partes que componen la Inteligencia emocional son la empatía, las relaciones sociales, el autoconocimiento, la automotivación y la autorregulación.
Empatía: la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, no solo al preguntarnos cómo nos sentiríamos nosotros ante alguna situación en particular, sino también conocer las emociones de las otras personas en esos momentos, comprenderlos, validarlos y acompañarlos.
Relaciones sociales: Esto engloba todo lo necesario para comunicarnos y crear lazos con otras personas, solucionar conflictos y lograr un buen trabajo en equipo.
Autoconocimiento: Saber reconocer nuestras emociones, nombrarlas y entender cómo reaccionamos ante situaciones de la vida diaria es muy importante, entre más sepamos de nosotros mismos, reflexionemos sobre cómo nos sentimos y sus por qués, mayor será nuestra inteligencia emocional.
Automotivación: La capacidad que tenemos de entender nuestras motivaciones propias, por qué hacemos ciertas cosas y continuar ante las dificultades para alcanzar nuestras metas. Es muy importante para el desarrollo personal y para evitar estancarnos en una zona de confort.
Autorregulación: Esto es algo que como docentes enseñamos y aprendemos todo el tiempo en el salón de clases, es la capacidad de controlar nuestros impulsos, dar más allá de la primera reacción que tenemos, así como dominar nuestras acciones a través de la razón y no solo de la emoción.
Muchas de estas capacidades se las podemos transmitir a nuestros alumnos a través del ejemplo. Y como docentes nos podemos beneficiar mucho de esta inteligencia, pues el trato diario con tantas personas y las exigencias de nuestra labor pueden resultar agotadoras, especialmente si gestionamos con dificultad nuestras emociones.
¿Cómo desarrollarla?
Ya que sabemos de qué se trata la inteligencia emocional, nos preguntaremos cómo podemos trabajar en ella. La verdad es que no es una tarea difícil, pero necesita constancia, esfuerzo y mucho interés. Aquí te damos algunas ideas para que en tu aula nunca falte inteligencia emocional.
-Descubre tus emociones, nombra cómo te sientes a través de vocabulario más específico del que utilizas normalmente.
-Expresa cómo te sientes y platica de esto con otras personas, tus amigos o un tereapueta si te sientes abrumado.
-Trabaja en tus relaciones con los demás, enfrenta los conflictos a través de la comunicación y la empatía.
-Reconoce tus errores y fallas como una parte más de tu vida diaria, de todas las experiencias debemos aprender y podemos crecer.
-Practica la escucha activa con tus compañeros, amigos, familiares y alumnos, es importante saber cómo se sienten los demás, comprender sus experiencias y validar sus emociones.
Puedes poner en práctica estos tipos, tanto para ti mismo como para tus alumnos. ¿Crees que la inteligencia emocional puede cambiar tu forma de dar clases?