Idealmente, al escuela es un entorno seguro en el que todos los estudiantes tienen las mismas oportunidades y participan de manera equitativa en la vida de su centro escolar, de su comunidad y de sus propias familias, lamentablemente esto no siempre es así, en muchos entornos tenemos alumnos que por diversas razones asisten a la escuela en desventaja frente a sus compañeros, esto puede causar, además de dificultades para aprender al mismo ritmo que otros, conductas disruptivas que hacen compleja la convivencia en el aula. ¿Qué podemos hacer, como docentes, cuando un estudiante presenta conductas que interrumpen nuestras clases, afectan a sus compañeros e impiden el aprovechamiento escolar?
Estos escenarios son complejos, nos preocupamos por ellos pero también por el resto de la clase, por los aprendizajes y por el aspecto emocional y social, surgen de la interacción de muchos elementos que no podemos controlar o cambiar, pero desde nuestro salón de clases podemos hacer una diferencia. Aquí algunas ideas.
Evita el estigma
Cuando un alumno ha tenido dificultades repetidamente muy probablemente se ha acostumbrado a ser visto como un mal estudiante, una mala influencia, un joven problemático, incluso a veces como personas agresivas o hasta “tontos”, algo que a lo largo de los años ellos mismos han llegado a creer, por diferentes razones no han podido abandonar esos estereotipos y saben que los adultos a su alrededor los verán como tales. Algunos de ellos también han sido abandonados por esos adultos, que al verlos como “casos perdidos” dejan de apoyarlos, esto sin pensar en los contextos comunitarios y familiares que tal vez han profundizado esas dificultades. Si bien no podemos influir en sus contextos más cercanos o cambiarlos, aproximarnos a ellos lejos de esos prejuicios es fundamental para establecer un vínculo.
Es verdad que muchos de esos estudiantes tienen dificultades para integrarse al ritmo de nuestras clases, para cumplir con las actividades y quizá notemos que no han logrado los aprendizajes esperados para su edad o su grado académico, pero reconocer estos obstáculos no implica etiquetarlos ni condicionar la manera en que nos acercamos a ellos. Hacerles saber que confiamos en sus capacidades es una base fundamental para lograr una mejor convivencia.
Forma equipos
La realidad es que como docentes de una asignatura o de su grupo no podemos cambiar las circunstancias de un estudiante, pero si podemos ayudarlos a confiar en sí mismos y desarrollar habilidades que les ayuden a enfrentar el contexto en el que viven. El problema es que hacerlos solos no es posible, por ello debemos buscar crear equipos que apoyen a estos alumnos desde diversos puntos de vista, desde las familias hasta las autoridades de la escuela, debemos buscar integrar en conjunto estrategias que les ayuden a hacer de estos espacios seguros, con verdaderas oportunidades de desarrollo para ellos, buscar apoyo emocional y una red de seguridad al interior de la escuela que demuestre al estudiante que los adultos creen en él es un buen inicio.
Integrarlo a la comunidad
A veces la comunidad es el mejor medio para lograr que los alumnos se integren e interesen por el centro escolar y su contexto cotidiano, no siempre es fácil pero buscar que una parte de su proceso educativo sirva de alguna manera para integrarlo en la comunidad a la que pertenece puede ser una gran estrategia para lograr conductas más asertivas, pues no solo se tratará de sancionar o limitar al alumno, sino de hacerle ver el impacto que tiene en la vida de sus compañeros y docentes. Hacer actividades en las que toda la comunidad participe y se beneficie es importante, incluso motivarlo a formar parte voluntariados o actividades comunitarias puede resultar muy beneficioso para el alumno en general.
Límites y consecuencias
Estas aproximaciones no implican dejar de lado las reglas o permitir conductas inapropiadas, por el contrario, establecer límites claros y sistemas de consecuencias que demuestren a los alumnos la importancia de cumplir con las reglas es tan necesario como escucharlos y comprenderlos. Debemos ser siempre muy claros con las normas escolares, pero también hacerles ver las razones que existen detrás de estas, por qué es importante cumplirlas y cuáles son las consecuencias si esto no se logra, no solo desde un punto de vista punitivo, sino de la comunidad, a veces un sistema de justicia que no se base solamente en el castigo puede ayudarnos a motivar a todos a cumplir con las reglas establecidas, pues ellos sabrán que al romperlas no solamente están rompiendo un límite establecido, sino que afectan a sus compañeros, a sus docentes y a su escuela.
¿Has tenido alumnos con los que es muy difícil lograr clases tranquilas? Las conductas disruptivas pueden ser complejas de manejar en el aula, pero podemos crear estrategias que ayuden a todos a integrarse mejor a la comunidad. ¿Cuáles serían tus tips?