La dispraxia refiere a ciertas dificultades de la coordinación y el movimiento que pueden llegar a presentar algunos niños desde edades tempranas, aunque esta palabra como tal no representa un diagnóstico, es un término común que envuelve desde dificultades con la motricidad fina y gruesa, hasta dificultades en el desarrollo de lenguaje.
El diagnóstico oficial que corresponde a esto es el Trastorno del Desarrollo de la Coordinación y es común que se presente en conjunto con otras condiciones, el autismo siendo la más frecuente, así como el TDAH, trastornos de ansiedad, lesiones neuronales, etc. Por ello es importante que si notamos cualquier tipo de problema de coordinación que afecte particularmente el desarrollo de algún estudiante alertemos a los padres a buscar una evaluación para que sea posible identificar condiciones que afecten su aprendizaje lo antes posible.
¿Cómo afecta la dispraxia?
En general podemos ver alteraciones en el desarrollo motor de los alumnos para distinguir dispraxia, desde tareas que para otros resultan sencillas como atarse las agujetas, tomar el lápiz, escribir, recortar o pegar, así como correr, bailar, saltar. Es posible también que detectemos que el niño tenga dificultades para organizar sus tareas motoras, que le cuesta identificar los pasos necesarios para completar un proceso aunque entienda los movimientos que requieren, por ejemplo, al atarse los cordones, puede hacer los dobleces, pero el proceso en sí se le dificulta recordarlo o ejecutarlo.
Es común que estas dificultades se identifiquen en los primeros años de educación, pues es cuando los adultos se concentran en ayudarles con estas tareas, pero también es posible que algunos signos pasaran desapercibidos durante la infancia y tengamos adolescentes con problemas de coordinación, quizá no tan notorios, pero que nos podrían ayudar a identificar otras condiciones.
Signos para tener en cuenta
Cuando son pequeños es probable que seamos mucho más observadores de estas diferencias, la manera de sostener el lápiz, por ejemplo, pero puede haber signos más sutiles como el hecho de que tropiecen con frecuencia o que parezcan asustados con los juegos de lanzar y atrapar, pues identificar la profundidad, velocidad y dirección de los objetos es difícil y suelen ser golpeados.
En los adolescentes podríamos ver muy poco interés en deportes o actividades físicas, pues se les dificulta la coordinación en comparación con sus pares, también podrían ser alumnos con letra particularmente mala o que tienen problemas con tareas básicas, como las agujetas, el recorte, etc.
¿Qué podemos hacer en el salón de clases?
Las dificultades de la dispraxia suelen trabajarse en terapias ocupacionales y de otros tipos, pero en el aula podemos apoyar a los estudiantes a sentirse menos abrumados con sus retos y adecuar algunas actividades de forma que puedan trabajar al ritmo de sus compañeros.
El tomar apuntes y escuchar la clase podría ser particularmente difícil, por lo que brindarles más tiempo para hacer sus anotaciones, copiar elementos del pizarrón o entregar ejercicios de clase disminuirá el estrés en ellos. También podemos optar por darles material impreso o permitirles que graben el audio de la clase.
Para tareas de más manuales es importante darles instrucciones precisas y breves, que describan los procesos en pasos detallados, así como proporcionar ejemplos visuales.
Utilizar cuadros sinópticos, mapas conceptuales, audiolecturas o incluso pictogramas podría ayudar mucho a descifrar y memorizar procesos complejos. Recuerda que estas condiciones suelen presentarse con autismo o Déficit de Atención, por lo que estrategias pensadas para estas condiciones ayudarán en diferentes planos a los alumnos.
¿Has tenido estudiantes con dispraxia? ¿Cómo ha afectado esto su desarrollo? ¡Comaprte tus experiencias con nosotros!