La docencia es una profesión muy particular, exige conocimiento y preparación, pero también flexibilidad y creatividad, una característica que puede verse interrumpida por la rutina diaria, las clases repetitivas y las múltiples responsabilidades, las cuales pueden generar agotamiento y, con él, la sensación de que la inspiración desaparece. Esta situación no solo afecta al docente, es algo que puede repercutir en la motivación y aprendizaje de los estudiantes, a veces, sentimos que estamos haciendo “más de lo mismo” y que las ideas frescas se agotan rápidamente, pero es precisamente en esos momentos cuando la creatividad se vuelve más necesaria que nunca.
¿Cómo recuperamos nuestra creatividad?
Recuperar la creatividad no significa hacer cambios radicales ni la necesidad de reinventar la rueda en cada clase, a veces, basta con pequeñas estrategias que nos permitan reconectar con nuestra pasión por enseñar. Por ejemplo, el simple hecho de observar con calma las conductas de nuestros alumnos, preguntarnos qué les interesa realmente y pensar en actividades que respondan a esos intereses puede generar resultados sorprendentes. Incluso algo tan sencillo como variar la disposición de los pupitres, cambiar la manera de presentar nuestras clases o incorporar materiales diferentes puede transformar la dinámica del aula y revitalizar la práctica docente.
Salir de lo normal
En ocasiones, ser más creativos requiere cambiar un poco nuestro contexto cotidiano, probar alternativas que nos permitan hacer modificaciones que a la vez despierten nuestra inclinación a probar más cosas nuevas. Incorporar elementos artísticos, como la música, el dibujo o la escritura creativa, es otra forma de estimular la imaginación de todos en el aula e introducir cambios pequeños, pero importantes en el funcionamiento de nuestra clase.
Estas herramientas no solo ayudan a diversificar la enseñanza, también permiten que los estudiantes se expresen de manera más completa y se involucren emocionalmente en el aprendizaje, incluso en asignaturas aparentemente “rígidas”, como matemáticas o ciencias, se puede dar espacio a la creatividad mediante proyectos, problemas abiertos o desafíos que requieran soluciones originales.
Buscar inspiración
Crear un espacio personal de inspiración también es fundamental, pues en medio de la agitación cotidiana es difícil resguardar nuestras ideas y momentos de inspiración para espacios más tranquilos o dedicados al trabajo. Tener a la mano un cuaderno donde registrar ideas, experiencias que funcionaron o incluso preguntas sin respuesta puede convertirse en un banco de recursos y motivación para futuras clases, además, compartir estas experiencias y recursos con colegas puede ayudarnos a aliviar la sensación de aislamiento que en ocasiones sentimos como docentes solos al frente de un aula y es un ejercicio que enriquece la práctica docente con nuevas perspectivas.
Otra oportunidad para la inspiración está en la colectividad, participar en grupos de discusión, talleres o comunidades educativas nos permite intercambiar estrategias y mantenernos actualizados sobre métodos innovadores de enseñanza.
Un músculo que se fortalece
Es importante recordar que la creatividad no es un talento innato, sino una práctica que se cultiva día a día y que se beneficia de nuestra intención de ser más creativos. Reconocer los momentos de agotamiento, aceptar que forman parte del proceso y buscar estrategias concretas para revitalizar la práctica permite recuperar la chispa que nos conecta con nuestra vocación y genera un aula más dinámica, motivadora y enriquecedora. Así, la creatividad se convierte en un aliado indispensable que nos ayuda a enfrentar los retos de la enseñanza.
¿Cómo fomentas tu creatividad para la enseñanza? ¡Comparte con nosotros tus ideas y estrategias!