Para muchos adultos recordar la infancia es recordar una época maravillosa en la que nada nos preocupaba y podíamos ser felices sin las presiones de la vida adulta. Si bien es verdad que conforme crecemos adquirimos más responsabilidades que tienden a verse como mucho más trascendentales que nuestras preocupaciones de niños, esta idea muchas veces nos hace sentir que los más jóvenes no tienen nada de qué preocuparse, por lo que sus sentimientos de miedo, sus inquietudes e incluso su ansiedad nos resultan exageradas o sin fundamento, lo cual invalida las emociones de los niños y en ocasiones los orilla a esconder lo que sienten.
Al final este tipo de actitudes hacia ellos no los benefician en nada, pues aunque sean pequeños y sus problemas nos parezcan irrelevantes, para ellos son muy importantes y notorios, además al enfrentar estas preocupaciones aprenden a manejar esos sentimientos, pero sin un modelo claro y con la sensación de que no son importantes, se sentirán solos ante esto, lo cual afectará su desarrollo.
¿Cómo ayudarlos a gestionar mejor sus preocupaciones y problemas?
Valida lo que te dicen
Una de las principales respuestas al respecto es señalar un problema como algo que no debe causar preocupación, pedirles que no lloren, que no exageren, que se calmen o que no piensen en ello no resuelve lo que están sintiendo, por el contrario, pone el peso de sus emociones, causadas por algo externo, en ellos, en una decisión que de hecho no están tomando. Nosotros no decidimos los problemas sobre los que nos preocupamos, más bien reaccionamos a ellos.
Es importante notar que lo que sentimos ante ciertas situaciones no es algo que podamos controlar, podemos aprender a gestionar nuestra reacción, la expresión de nuestras emociones, pero no lo que algo nos hace sentir, esto es algo instintivo y nadie puede evitarlo, por lo que el primer paso para apoyar a alguien es escuchar lo que siente, validarlo y hacerle saber que sus emociones no son malas, son reales.
Formas de expresar lo que sentimos
Muchas veces no podemos resolver la situación que causa preocupación o estrés en los niños, mucho menos si esto ocurre en contextos fuera de la escuela o se trata de preocupaciones fuera de nuestro alcance, muchos niños tienen pensamientos complejos con respecto a temas profundos que no podemos prever, pero sí podemos ayudarlos a expresar las emociones que esto causa en ellos, la tristeza, la frustración, el miedo, la ira.
El primer paso es ayudarlos a identificar eso que sienten, darles vocabulario y explicaciones sobre lo que es cada emoción puede ayudar mucho a cualquier persona. Cuando nos sentimos abrumados sobre algo en particular en ocasiones se debe a que no podemos identificar todos los elementos que componen nuestras emociones, pero con ideas más claras puede ser más simple.
También es necesario tener salida para esas sensaciones tan intensas, darles herramientas para los momentos más complejos, como escribir un diario, dibujar, realizar alguna actividad física, empujar una pared o correr, acercarse a alguien para expresar sus pensamientos o utilizar herramientas como la respiración consciente, es importante y muy útil.
Crea espacios seguros
Tener un lugar en el que sabemos que podemos expresar lo que sentimos y saber que no seremos juzgados o señalados, que no recibiremos respuestas negativas, que seremos escuchados y validados puede hacer una gran diferencia en la vida de cualquier persona. El aula y la escuela puede ser ese espacio, es importante hacerle saber a los niños que en nuestras aulas pueden ser ellos mismos, por ello es que darles herramientas para prevenir cualquier dificultad en la convivencia o interrupciones constantes es tan importante.
Tener un ambiente seguro es esencial, hazles saber a tus alumnos que expresar sus inseguridades está bien.
¿Cómo trabajas las emociones en tu aula? ¿Qué consejo le darías a otros docentes con estas preocupaciones? ¡Comparte tus ideas con nosotros!