Durante mucho años se ha hecho un enorme énfasis en la importancia de la lectura como un hábito importante para los estudiantes, pues es la forma habitual de adquirir conocimientos y es una práctica que todos los alumnos tendrán que realizar regularmente durante su vida escolar, especialmente conforme se acercan a la educación media y superior. Además, en el contexto que se vive actualmente, en el que la educación a distancia e híbrida ha cobrado tanta importancia, asegurarnos de que los estudiantes tienen acceso a técnicas de estudio que faciliten el aprendizaje profundo es muy importante.
Sin embargo, a pesar de las muchas campañas y de la seriedad con la que se toma esto en el salón de clases los resultados no siempre parecen alentadores. Aquí te damos cuatro tips para que tus alumnos se conviertan en lectores voraces, así lograrás recuperar el ritmo tras el tiempo de confinamiento y aprovechar distintas técnicas para la enseñanza híbrida.
¿Leer 15 minutos al día?
Una de las estrategias más comunes es hacer obligatorio el hecho de leer. Ponerlo de tarea, hacer un espacio en el salón de clases o cercar algún momento del día en el que leer es una obligación que se debe cumplir. En este contexto, para la mayoría de los niños e incluso adolescentes no es más que un compromiso, sin ningún objetivo específico, que los limita a hacer algo más interesante, reduce totalmente su atractivo y lo convierte en una obligación. Para muchos la lectura parece aburrida, pues tienen la energía y la necesidad de moverse, de correr o de conversar con sus pares, desean estar afuera o realizando cualquier otra actividad, y sin embargo ese impulso se ve cercado por la obligación de la lectura. Aunque es importante para desarrollar la habilidad el repetirlo constantemente, el relacionarlo con algo negativo puede no ser la mejor forma de enamorarse de un libro.
Aprender con el ejemplo
Para la mayoría de nosotros, la mejor forma de interesarnos en algo es picar nuestra curiosidad. Recordemos que los niños aprenden con el ejemplo, por lo que pedirles que se conviertan en lectores voraces mientras que los adultos en su vida pocas veces lo hacen resulta incongruente. Normalmente un niño que en casa observa a sus padres leer de vez en cuando o que es acompañado a la cama con un libro antes de dormir desarrollará por sí solo este hábito. Si un niño ve que su maestro está interesado en la lectura y, por ejemplo, durante el receso o en algún momento de pausa, saca un libro para avanzar en la historia, irremediablemente se verá atraído hacia esa actividad. ¿Qué lee? ¿Por qué se mantiene tan interesado? ¿Qué dice ese libro?
Así, predicar con el ejemplo puede ser la mejor manera de invitar a los niños a leer y ni siquiera tendrán que llevarlo de tarea, pues naturalmente estarán atraídos por los libros.
Leer lo que yo quiero leer
Otro de los grandes desaciertos que cometemos al buscar que los niños lean es obligarlos a acercarse solamente a ciertos textos, a aquellos que se consideran valiosos o necesarios para los niños y para los adolescentes, por lo que en las escuelas e incluso en casa les pedimos que lean a los clásicos, libros o historias que les resultan ajenas y en algunos casos incomprensibles, ya que el vocabulario de esos libros, aunque en principio sean “clásicos juveniles” no se parece al que ellos conocen y las experiencias que narran muchas veces no tienen nada que ver con sus contextos. Por ello, es importante conocer a los alumnos, saber cuáles son sus intereses, sus preocupaciones y sus gustos personales, sugerir entonces lecturas acordes a su personalidad, edad y contexto ayudará a que el interés por tomar un libro sea mucho mayor.
Los clásicos son importantes, representan el conocimiento acumulado del ser humano, su historia y en principio son obras que nunca pierden su atractivo, pues están relacionados con la naturaleza humana, su magia es precisamente que podemos compartir experiencias con autores de otros mundos, pero iniciar un hábito con estos ejemplos no es nada fácil. Comienza por libros accesibles para la edad de tus alumnos.
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Evita el estereotipo de los lectores
Como la lectura es una actividad que no a todos les encanta, muchas veces ésta se relaciona con la inteligencia o con una habilidad especial, por lo que socialmente hemos desarrollado un estereotipo de lectores al que asociamos a todo aquel al que le interese un libro, elogiamos su inteligencia como si sus habilidades y pasatiempos estuvieran relacionados con un talento con el que nacieron y no un hábito que adquirieron.
Esto es nocivo tanto para quienes sí leen como para quienes no, pues a unos los hace sentir presionados por cumplir la expectativa que se les ha impuesto y a los otros los aleja de la actividad, ya sea porque no quieren ser como los otros o porque esta concepción de la inteligencia como algo dado y no algo desarrollado les hace sentir que nunca serán capaces de lograrlo.
En general, lo más importante es hacer de la literatura algo positivo e interesante en la vida de los estudiantes y no una obligación. ¿Cuáles son tus estrategias para encender la chispa de la lectura en tus alumnos? ¡Comparte con nosotros tus ideas!