Como docentes estamos siempre preocupados porque los alumnos tengan éxito, que logren el aprendizaje esperado para acceder al siguiente paso en su vida académica lo mejor preparados posible, todo el tiempo le pedimos a los alumnos que estudien un poco más, que hagan un ejercicio más, que dediquen un poco más para mejorar sus notas, para convertirse en mejores estudiantes.
Si van bien queremos que continúen siempre igual, sin cometer errores. Si no van tan bien buscamos que mejoren, siempre con la mente en la siguiente calificación.
Sin embargo, con este tipo de discursos se tiende a validar a los estudiantes solamente con base en los resultados académicos que obtienen, más allá de la atención o dedicación que ellos pongan o no pongan para mejorar sus calificaciones, es común transmitirles que lo que a nosotros más nos importa de ellos es su desempeño académico. Si bien nosotros estamos preocupados por ayudarlos a superar sus retos, también es común que el discurso proyectado sea que lo más importante de ellos está en sus resultados académicos y no en ellos como personas.
El esfuerzo es muy importante, y reconocer que es el trabajo, el crecimiento personal y no las calificaciones, lo más importante del proceso educativo es un primer paso para evitar transmitir esto a los alumnos, pero también es necesario que esto se acompañe del reconocimiento y validación intrínseca de las personas por ser quienes son, más allá de sus logros o de su trabajo en el aula. De manera natural esto motivará a los alumnos a trabajar, pues su autoestima se fortalecerá, podrán ver el valor del aprendizaje en sí mismo, sin que esto los condicione a ellos como personas.
El valor del autocuidado
Una parte esencial de este reconocimiento de la persona es enseñarle que así como es importante esforzarse, mejorar y crecer, también es muy necesario cuidar de nosotros mismos, priorizar nuestra salud física y mental, así como realizar actividades que nos den placer en sí mismas, sin la presión de obtener resultados o medir algún tipo de aprobación. El descanso, por ejemplo, es un tema que muchos de nosotros no tenemos presente, pues estamos acostumbrados a que lo más importante es la productividad, las evaluaciones, los resultados, por lo que no descansamos más que lo necesario para funcionar mecánicamente conforme pasan los días.
Todo esto a la vez hace que los alumnos aprendan que no hay nada más valioso que un resultado específico y para obtenerlo está bien no descansar, que no importa el bienestar ni el disfrutar lo que hacemos, sino continuar dando nuestro mejor esfuerzo.
La cuestión es que nuestro mejor esfuerzo necesariamente viene acompañado de bienestar, si nos encontramos cada vez más cansados, deprimidos, ansiosos, físicamente desgastados, será mucho más complejo alcanzar cualquier meta. Así que también debemos valorar el descanso en nuestro día a día.
¿Cómo mostrar esto en clase?
Este tipo de aprendizajes también vienen desde el salón de clases. Hacer la clase más efectiva no es solo cuestión de las dinámicas, estrategias o materiales con las que acompañemos el trabajo, sino de las oportunidades que demos a los alumnos de reiniciarse, de descansar, de tomar un espacio para ellos mismos y estos pueden darse a través de meditaciones, respiraciones guiadas, ejercicios físicos, etc.
Así mismo es importante motivarlos para que descansen durante sus vacaciones. Evitar las tareas en estas temporadas y aunque podemos motivarlos a repasar o a realizar actividades que les lleven a repasar sus aprendizajes o practicar algunas habilidades, es también importante transmitir la importancia de descansar, olvidarse los cuadernos y divertirse.
¿Crees que el descanso es importante? ¿Cómo transmites esto a tus alumnos? ¡Comparte con nosotros!