La escuela es el lugar perfecto para crear, para hacer crecer las ideas y descubrir conocimiento que nos ayude a construir nuestras metas, sin embargo el objetivo de la educación muchas veces es tomado por la idea de que las calificaciones son la meta final de cada ciclo escolar, de cada tarea o de cada examen, lo que cual pone sobre los hombros de los estudiantes demasiada presión con respecto a los resultados que obtienen, haciendo muy fácil considerar que una mala calificación es un fracaso y que el fracaso es absoluto, es decir, que no se puede hacer nada más allá de lo que ya se ha obtenido.
Sin duda esta perspectiva pone demasiado énfasis en el resultado y en las consecuencias de fallar, como si se tratara de algo malo en sí mismo, cuando en realidad es algo necesario para el aprendizaje. El temor a fracasar se transmite a otros momentos del día a día y no solo a los exámenes, acaba por permear la forma en que los alumnos abordan sus ejercicios, el día a día en la clase, sus tareas e incluso en cómo se relacionan consigo mismos o sus compañeros.
¿Qué podemos hacer para que en nuestra aula el fracaso no sea realmente algo malo, sino algo necesario, esperable y aceptable?
Mentalidad de crecimiento
Se le conoce como mentalidad de crecimiento a una forma de pensar que no se concentra en los errores como algo malo, sino como parte de un proceso, de hecho los errores o lo que nosotros consideramos fracasos no son tales, son pasos y etapas de aprendizaje, de los cuales debemos aprender para mejorar en el siguiente paso.
Transmitir a nuestros alumnos este tipo de pensamiento puede ayudar a que la tensión y la ansiedad ante exámenes, participaciones y trabajos disminuya, pues muchas veces esto impide que avancen o incluso los orilla a abandonar sus intentos de mejorar, al sentir que nunca podrán mejorar o que no vale la pena el seguir si continuarán reprobando el examen, esto especialmente cuando están concentrados en obtener resultados y no en aprovechar el trayecto.
Repensar el aprendizaje
Darle oportunidad a los alumnos de recapitular sobre lo que han aprendido de manera analítica puede ayudarles a enfocarse un poco más en lo que han obtenido y mucho menos en lo que no han logrado, por eso es importante abrir espacios en el salón de clases que les ayuden a observar el trayecto que han recorrido siendo ellos mismos quienes evalúen si consideran que, aunque no obtuvieron un diez en el examen, no han aprendido nada o cuáles son los temas que mayor interés causaron en ellos.
Para esto puede ser muy útil crear actividades de autoevaluación que no solo busquen concentrarse en los fallos, sino en lo que se ha logrado, por pequeño que sea es un punto de partida para el siguiente paso. Descubrir que hemos aprendido aun cuando sentimos que no es suficiente puede motivarnos y hacernos ver que no todo está perdido, sino que estamos en un camino.
Metodologías activas
Las metodologías activas que plantean hacer del aprendizaje algo mucho más práctico y colectivo, donde los estudiantes exponen sus ideas a la retroalimentación de grupo suelen ser también aquellas en las se utiliza el clásico ensayo y error. El Aprendizaje Basado en Proyectos o el Pensamiento de Diseño, por ejemplo, abordan la búsqueda de soluciones que requieren del análisis de un problema y propuestas variadas, que se exponen a los compañeros y que llevan al re-diseño una vez que han obtenido los comentarios de otras personas, estas ideas suelen ser más grandes y alimentarse de otras, por lo que no se considera que el primer trabajo sea un fracaso, sino el paso a algo mayúsculo.
Muchas de estas metodologías pueden ayudarnos a desarrollar en los alumnos de forma natural en los alumnos la sensación de que su proceso no es para lograr una meta al instante, sino para iniciar un viaje.
¿Crees que en tu aula tus alumnos necesitan cambiar su idea del fracaso? ¿Has puesto en marcha alguna estrategia para esto? ¡Comparte con nosotros tus ideas!