El fin de año siempre se relaciona con el establecimiento de propósitos para el ciclo que iniciará muy pronto. En el ámbito educativo la pausa decembrina no implica un cambio de grado escolar, por lo que al volver tendremos de nuevo a los mismos estudiantes, pero que llegan con un renovado espíritu de cambio, pues la tradición de cada enero es tener propósitos, establecer nuevos objetivos, lo que da una sensación de empoderamiento y alegría para recibir los nuevos retos.
En el salón de clases podemos aprovechar este impulso al inicio del año, pues en realidad es el momento perfecto para crear retos nuevos para nosotros y nuestros estudiantes, ya los conocemos mejor, pues hemos pasado un semestre trabajando con ellos, ya sabemos cuáles son sus dificultades, cuáles sus habilidades o fortalezas y han vivido con nosotros varias evaluaciones, por lo que también hemos tenido tiempo de establecer vínculos de confianza.
El inicio de lo mejor
Con esto en mente y tal como lo hacemos en la cena de Año Nuevo, antes de salir de vacaciones podríamos establecer con los estudiantes un plan para las metas del año que viene. Al finalizar diciembre los estudiantes podrían irse con la sensación de que volverán para hacerse más fuertes y enfrentar nuevas aventuras.
Para ello podemos empezar con una revisión de lo que han aprendido y de las cosas que han quedado pendientes para ellos, esto no significa que debamos reprochar ni hablar de errores o fracasos, sino de oportunidades y fortalezas. Revisa con tus estudiantes cuáles son sus expectativas y motívalos a imaginar escenarios futuros en los que han logrado superar algunos obstáculos.
Cuidado con las expectativas
Es importante que, así como con los propósitos personales, tengamos cuidado al momento de diseñar metas nuevas, no debemos caer en lo irreal ni hacer sentir a los alumnos que esperamos muy poco de ellos, por eso es importante el análisis que hagamos previamente, recuerda que un diez para un alumno no significa lo mismo para otros, por lo que estas metas deberán ser particulares, específicas para cada caso.
Evita por completo medir los resultados por medio de parámetros comunes, es decir, evita que la meta sea que todos en el salón saquen diez en el siguiente examen, pues esto sería irreal, podrías mejor proponer retos como que todos para la siguiente evaluación obtengan un punto más del caso anterior, o que para cerrar el ciclo escolar el promedio de los alumnos suba por lo menos cinco décimas.
Trabaja de forma grupal y de forma individual
Como mencionamos anteriormente, no todos los alumnos parten de las mismas bases, por lo que sus metas no pueden ser las mismas. Quizá algunos tengan la meta de conseguir un diez perfecto en su examen, mientras otros busquen gestionar mejor sus emociones, los éxitos se pueden medir de forma distinta entre personas. Pero también se vale que de forma grupal, como una comunidad, establezcan pequeñas metas conjuntas. Por ejemplo, podrías proponer una dinámica de puntos que se trate del trabajo colaborativo, en donde ganen puntos como grupo a través de la buena conducta o el esfuerzo en el aula, para que al final del mes todos obtengan recompensas significativas. O simplemente establezcan un objetivo de promedio para la clase, eso ayudaría a que todos, de forma individual sientan que aportan al éxito de su grupo.
Crea un plan para cada quién
Siempre que establezcamos una meta es muy importante que establezcamos un plan para llegar a ella, lo más específico y detallado posible, pues será la verdadera ruta para cumplir nuestros sueños y evitar caer en la decepción al darnos cuenta de que no lo conseguiremos. Por lo que al trabajar en este diseño de metas, tendrás que buscar la manera, junto con tus estudiantes, de alcanzar esos logros. La idea es que esos planes sean realmente posibles, que especifiquen acciones y den fechas y parámetros para medir el éxito, así como pequeñas metas parciales. Es importante que sea posible evaluar qué tanto hemos avanzado en el camino, de lo contrario estaremos en riesgo de abandonar.
Cultiva la mentalidad de crecimiento
Si bien tener metas nos motiva a esforzarnos un poco más, en el salón de clases es importante poner en la mesa la importancia del esfuerzo y el crecimiento más que los éxitos por sí mismos, ya que quizá un estudiante, pasados unos meses, no logrará alcanzar lo que se había propuesto, pero habrá logrado superar obstáculos o se habrá sorprendido por sus propias capacidades. Evita que no alcanzar un objetivo sea una fuente de frustración, ira o tristeza, es más importante celebrar el trabajo duro que las calificaciones.
¿Crees que el fin de año es una oportunidad para renovar nuestros objetivos?