Dar clases es siempre ir contra tiempo, la cantidad de contenido que debemos abarcar, las interrupciones del día a día y la necesidad de cuidar nuestro ritmo para que todos los alumnos se mantengan a bordo puede hacernos sentir la urgencia de aprovechar todo el tiempo posible en el aula. Sin embargo es necesario tomar en cuenta que trabajar durante las horas de clase sin hacer más pausas que la del receso, puede resultar agotador y en realidad no apoya el aprendizaje, por el contrario, un cerebro cansado y abrumado dejará de lado la tarea que tiene al frente.
De un tiempo para acá se ha popularizado el uso de pausas activas en las aulas para favorecer la concentración y ayudar a los alumnos a regular sus emociones e impulsos, esto puede sonar novedoso, pero los docentes han utilizado esta clase de tácticas desde siempre, especialmente cuando sienten que sus alumnos están particularmente distraídos, preocupados o abrumados. Es común que paremos la clase un momento para pedirle a los alumnos que se pongan de pie, se estiren y continúen sus actividades más relajados.
Sin embargo, estos ejercicios, para muchas personas pueden parecer una interrupción innecesaria, convertirse en una distracción y aumentar nuestros tiempos de transición durante las clases.
Programar pausas activas
Darle un poco de estructura a estas pausas nos puede ayudar a disminuir el efecto que tienen en las actividades de la clase, pues pasarán a formar parte de nuestra planeación del día, los alumnos sabrán qué hacer con mayor facilidad y evitaremos el caos de las transiciones cuando se interrumpe una actividad.
Hazles saber a tus alumnos que existen estos momentos de pausa al inicio del día, procura compartir con ellos el plan que tienes para las sesiones, esto ayudará a disminuir cualquier tipo de ansiedad o distracción, será para ellos normal y una parte más de la rutina.
¿Perder el tiempo?
Se ha demostrado que nuestro cerebro busca soluciones y continua pensando en los problemas o retos que enfrenta incluso en momentos en los que parece que estamos haciendo otra cosa, particularmente si la actividad que realizamos es más física o requiere de menor concentración, puede ayudarnos a encontrar soluciones donde antes no las habíamos buscado. Este es uno de los aspectos positivos de lo que llamamos procrastinar, que muchas veces nos ayuda a cambiar de foco para darle un descanso al cerebro, muchas de nuestras mejores ideas se nos ocurren cuando conducimos, cocinamos o simplemente nos relajamos un poco.
Lo mismo pasa en el salón de clases, al darle un respiro al cerebro del aprendizaje, que es una tarea extenuante para un alumno joven y además le exige estar quieto por varias horas en el día, el aprendizaje será una tarea más sencilla.
¿Qué tipo de pausas realizar?
Agregar un poco de actividad física, aunque no implique mayor movimiento en el aula, puede ayudar a que los alumnos se regulen y permitir la flexibilidad durante las horas de mayor quietud en el aula.
Utilizar ejercicios simples de estiramiento, combinados con respiraciones conscientes y profundas puede ser una gran opción. Utilizar canciones o juegos de colaboración entre los estudiantes, como juegos de palabras, o dinámicas que faciliten la convivencia en grupo, la cooperación y el buen humor es importante, por lo que cadenas de palabras, pedirles que juntos narren una historia a partir de elementos azarosos u otras herramientas pueden ser muy útiles, además de despertar su creatividad.
También podemos incluir algunos juegos que los hagan moverse por el aula, acercarse a compañeros o sitios en los que normalmente no pasan mucho tiempo, por ejemplo, jugar a encontrar colores, piezas u objetos específicos en el aula, congelarse al oír cierta señal y convertirse en estatuas de cosas, animales o incluso conceptos. Este tipo de ejercicios les pueden ayudar a mejorar la coordinación, el movimiento y el conocimiento de sí mismos.
¿En tu aula llevas a cabo pausas activas? ¿Crees que hacerlas parte de tu planeación puede cambiar las cosas? ¡Comparte con nosotros tus ideas!