Aunque suele creerse que transformar la educación requiere cambios enormes, revolucionar nuestras aulas para preparar a nuestros alumnos para el futuro no requiere de grandes cambios, en gestos cotidianos, en las decisiones invisibles del día a día, con microacciones que impactan en la experiencia del aprendizaje es más que suficiente para acompañar a los alumnos en nuevas formas de aprender y darles las herramientas necesarias para los desafíos que enfrentarán más allá de las aulas. Tampoco es necesario tener a la mano recursos sofisticados o grandes herramientas tecnológicas, la innovación se encuentra en los detalles y en el acompañamiento que demos a nuestros estudiantes.
¿Qué son las microestrategias?
Se trata de pequeñas prácticas pedagógicas que pueden llegar a producir grandes efectos en cómo aprenden nuestros alumnos. Pueden ser rutinas de pensamiento que abren el diálogo, pausas activas que devuelven energía, mini debates que fomentan la escucha o cierres reflexivos que dan sentido al día a día. No requieren tecnología avanzada ni materiales costosos, más bien se tratan de renovar la relación entre docente, estudiante y conocimiento, con vínculos más cercanos y reflexiones profundas.
Dar un giro al aula
Un cambio de pregunta puede transformar una clase entera, en lugar de “¿entendieron?”, tal vez “¿qué parte te hizo pensar más?” podemos preguntar por puntos específicos que guíen a los alumnos en la profundización del conocimiento.
También es importante sustituir la corrección inmediata de respuestas inexactas por una invitación a explorar el error, reflexionar o encontrar la razón por la que se llegó a la conclusión previa, lo cual convierte la equivocación en oportunidad.
Dar tiempo para el silencio puede ser una estrategia muy poderosa para transformar la manera en la que los alumnos aprenden, no es necesario que las respuestas sean inmediatas, dar tiempo a la reflexión y oportunidad para articular respuestas puede dar a los alumnos nuevas posibilidades de participación.
La saturación de los nuevos tiempos
Estas pequeñas revoluciones nacen del deseo de recuperar la presencia, especialmente en tiempos de distracción y velocidad en los que recibimos estímulos constantes, proponer una breve pausa para respirar juntos o mirar el entorno también tiene un importante efecto en el aprendizaje, enseñar a los niños a ver el mundo fuera de las pantallas, encender su curiosidad y pausar en la observación puede ser necesario. Cada microestrategia tiene un efecto acumulativo: refuerza el vínculo, alimenta la curiosidad y construye un clima de confianza.
Oportunidades para todos
Las microestrategias son inclusivas por naturaleza. Al centrarse en el proceso más que en el resultado, permiten que cada estudiante participe desde su propio ritmo y estilo sin la presión de ser siempre los primeros ni de dar respuestas únicamente correctas, sino de analizar mejor la información, comunicarse por diferentes medios y articular sus pensamientos con calma. Al mismo tiempo, empoderan al docente, que deja de ser mero ejecutor de programas para convertirse en diseñador de experiencias significativas y guía para sus estudiantes.
Transformar el aula no siempre requiere un cambio estructural. Las microestrategias nos recuerdan que la educación se renueva todos los días a través de docente flexibles, que observan a sus alumnos y aprenden con ellos. Pequeños gestos, grandes cambios: esa es la verdadera revolución pedagógica. ¿Qué estrategias has puesto en práctica en tu aula? ¡Comparte con nosotros!