La escuela es un lugar muy importante en la vida de todas las personas, incluso como adultos, la experiencia que hayamos tenido en este espacio puede ser un factor muy importante para explicar la forma en que nos relacionamos con otras personas, con nosotros mismos y cómo vemos el mundo que nos rodea. Ahí aprendemos no solo datos e información sobre ciencias o lengua, sino de la cultura que nos rodea, la educación se da en todos los niveles.
Debido a esto la educación socioemocional ha tomado un lugar importante en los temas para el docente, algo que no solo es hablar de emociones, también de transmitir a los estudiantes herramientas que les ayuden a enfrentar el mundo, a pesar de los desafíos que existen en la actualidad, ayudar a sus cerebros a ser resilientes, algo para lo que necesitamos optimismo.
En la actualidad existe un discurso peligroso en torno al optimismo, las redes sociales tienden a inundarse de un falso entusiasmo que tiende a minimizar los retos o a invisibilizar las dificultades de cada persona, al enunciarlos como simples pensamientos negativos, se pide mayor esfuerzo e indirectamente se culpa a la persona de no superar retos que en ocasiones son dados por el contexto en el que vive.
Al mismo tiempo, como adultos muchas veces transmitimos una visión pesimista del futuro a los estudiantes, escudado en un afán de realismo, de prepararlos para un futuro incierto, que en realidad resulta cansado y melancólico. Como docentes sabemos que la educación no es solamente un tema de asignaturas, exámenes y calificaciones, sino de transmitir una mentalidad de crecimiento, así como de prepararlos para esa incertidumbre que conocemos como adultos.
Transmitir un optimismo realista
El optimismo que necesitamos no se trata de pensar que todo está bien o estará bien sin importar el trabajo que nosotros pongamos en ello, esto le resta agencia a nuestro esfuerzo, demeritando nuestro trabajo y restando importancia al contexto en el que vivimos. Tampoco puede ser un pesimismo que disminuya nuestra motivación, Por ello el optimismo que necesitamos debe considerar las condiciones sociales, económicas e incluso personales, pero aunado a una mentalidad de crecimiento que considere los problemas y los fracasos como una parte del proceso, con mentes que no teman los riesgos, pero flexibles para construir planes que se adapten a los obstáculos y que sepan aprovechar las oportunidades de aprendizaje.
Ver el lado negativo
Existe un sesgo común en nuestra visión de las circunstancias que tiende a ver las cosas desde el lado negativo o pesimista de las cosas, incluso al enunciarlas o pensarlas, en lugar de buscar los aspectos positivos, nos centramos con más facilidad en los errores, las cosas que hicimos mal o las consecuencias de los obstáculos como una dificultad para la vida.
Así, muchos estudiantes aprenden desde temprana edad que un resultado pobre en un examen es un fracaso, consecuencia de algo que hicieron mal, de algo que no hicieron, mientra que la retroalimentación que obtienen es también un regaño, un castigo, el señalarlos en el salón de clases o la amenaza de que no lograrán un mejor futuro con ese resultado. Cambiar ese sesgo implica aprender a ver esos resultados como el punto de partida para una mejora continua y un paso en el logro de nuestras metas. Así el estudiante recibirá una retroalimentación más constructiva y efectiva, que le enseñe cuáles son las áreas de oportunidad y cuáles las fortalezas con las que cuenta. Ese simple cambio de perspectiva resulta en un optimismo mucho más realista.
Uso del vocabulario
La descripción que hacemos de las cosas siempre refleja nuestra mentalidad y nuestra percepción de la realidad que nos rodea. La forma en la que nosotros mismos nos expresamos de nuestros errores o de la situación negativa que vivimos puede ser una forma de ampliar el horizonte de expectativa y abrir un panorama lleno de oportunidades. En ocasiones los estudiantes describen un fracaso o un error desde esa visión, pero ayudarlos a utilizar otros adjetivos para esa dificultad puede cambiar las cosas.
Enseñar a nuestros alumnos a utilizar un vocabulario más amplio y positivo de las situaciones que viven puede ayudar a verlas mejor, no podrá cambiar las circunstancias, pero sí puede darle un giro.
¿Crees que tus estudiantes necesitan una visión más positiva de las cosas? ¿Cómo crees que influye esto en los resultados y el entusiasmo de tus alumnos? ¡Comparte con nosotros tus ideas!