Uno de los momentos más esperados del día es el receso, los alumnos saben que llegará el momento de salir al patio, dejar a un lado las actividades de la clase, reír con sus compañeros, hablar a un volumen más alto, correr y jugar. Para los docentes este momento puede resultar complejo, pues implica una interrupción de las actividades y sobre todo implica que nuestros alumnos volverán inquietos del patio de recreo, desconcentrados y hasta frustrados por tener que volver al aula.
Al mismo tiempo, el receso siempre ha sido un espacio del que disponemos en ocasiones para cerrar brechas, se utiliza como un tiempo extra para hacer repaso con los alumnos o se le quita tiempo, como un privilegio perdido cuando un estudiante ha tenido una conducta disruptiva. Si bien es algo común es algo que no se recomienda, ya que el receso es muy importante, tanto para el aspecto socio emocional de los alumnos, como del aprendizaje.
¿Para qué sirve el receso?
Durante el recreo o receso, los alumnos socializan. La escuela es el primer espacio en el que los alumnos conocen a sus pares, construyen estructuras sociales, desarrollan vínculos de amistad y resuelven problemas cotidianos, se organizan de forma independiente, ponen en práctica conocimientos adquiridos durante el día, básicamente es en ese espacio en el que se desarrollan de forma integral.
Cuando son pequeños, además, es el momento en el que se da el juego, los alumnos distribuyen roles, imaginan, procesan información importante y la transmiten a sus compañeros, además hacen actividad física y regulan sus emociones y sensaciones para volver al ambiente ordenado y estructurado del salón de clases, lo cual permite un estado mental y emocional propicio para el aprendizaje. Además en estos juegos suelen ponerse en práctica conocimientos de lenguaje, matemáticos, incluso de historia u otras materias, pues se relacionan con su entorno y lo comunican a sus compañeros.
En el patio de juegos, ocurre un intercambio de perspectivas, lo que pone en marcha el desarrollo del pensamiento crítico, la atención y la empatía con otros, llegan a acuerdos, articulan sus pensamientos y casi todo lo que aprenden en la escuela encuentra un desarrollo práctico. Sin duda, el patio de recreo es un espacio fundamental en el desarrollo infantil.
Recuperar la calma
En los escasos 30 minutos que suele durar un receso, los alumnos deben ingerir alimentos, tomar agua, ir al baño, jugar y socializar con sus compañeros. Es normal que al volver al aula tengamos estudiantes que de pronto quieren correr al sanitario, que comieron a gran velocidad para volver al juego, que se sienten frustrados porque interrumpieron un juego importante, sencillamente que ingresan al salón con la cabeza en otro lado y para nosotros, como maestros, recuperar su atención e interés puede llevarnos mucho más tiempo del que nos gustaría.
Como en todo cambio de actividad, la transición es muy importante, darle al cerebro y al cuerpo tiempo para adaptarse y asimilar el nuevo espacio, para algunos alumnos esto puede ser más fácil que para otros, pero para todos los casos podemos tener herramientas a la mano que hagan más sencillo este proceso, con pequeñas dinámicas útiles para cambiar el botón, como canciones, activaciones físicas, conversaciones o espacios para respirar y volver al presente.
Nunca quitar tiempo de receso
El tiempo que tienen los alumnos para descansar, jugar y alimentarse, por lo que no es recomendable utilizar este tiempo para nada más, mucho menos como un privilegio que puede quitarse ante una conducta disruptiva, especialmente porque el tiempo que no tengan de receso aumentará ese comportamiento, pues la frustración y la sobrecarga pueden hacer mayores las emociones y más difícil el gestionarlas, además es necesario saber que el receso no es un privilegio, es una necesidad.
¿Cómo utilizan tus alumnos su tiempo de receso? ¿Crees que se puede enriquecer más? Comparte con nosotros tus ideas.