Alcanzar nuestros objetivos requiere de mucho esfuerzo y dedicación, estar orgullosos de nosotros mismos al llegar a nuestras metas puede parecer lo más lógico, pues para llegar a donde estamos, sea cual sea ese sitio, hemos puesto esfuerzo, tiempo, energía. Sin embargo, y es más común de lo que nos imaginamos, algunas personas, cuando logran algo, en lugar de sentirse satisfechos y orgullosos llegan a sentirse inadecuados, como si esa meta lograda no fuera un merecido reconocimiento, sino, por el contrario, algo a lo que han llegado sin merecerlo. A esto se le conoce Síndrome del Impostor, la sensación de que nos encontramos en un sitio sin ser los más capacitados para hacerlo, donde tendemos a compararnos con otras personas y sentir que sus logros y habilidades son mucho más valiosos que los nuestros.
Este síndrome es mucho más común de lo que nos imaginamos y es posible que algunas de las personas que más admiramos alguna vez se hayan sentido así, atravesarlo puede ser muy complejo y puede llegar a afectar nuestro desarrollo personal y profesional, pues si perdemos la confianza en nosotros mismos será probable que al fallar ante cualquier tarea lo tomemos como una prueba de nuestra incapacidad, orillándonos a un fracaso inminente. No porque no tengamos la capacidad, sino por nuestras dudas y temores.
¿Cómo se siente el Síndrome del Impostor?
Cuando nos encontramos en una situación en la que sentimos que somos el elemento más débil, la persona menos inteligente de una habitación o que al tomar cierto papel en el trabajo creemos que nuestros méritos no son suficientes para esa posición es un signo de Síndrome del Impostor. Aunque conozcamos el término y estemos consciente de ello, es posible que las dudas e inseguridades que genera nos hagan pensar una y otra vez que no lo merecemos. En ese contexto, nuestros triunfos y trabajo parecen insuficientes.
Incluso podemos llegar a sentir temor o preocupación de que alguien nos descubra, que alguien se dé cuenta de la equivocación y señale que la posición que tenemos, los logros que hemos obtenido o el trabajo que hacemos está mal, son insuficientes o no los merecemos.
El Síndrome del Impostor puede llevar a una persona a agotarse mental y físicamente, pues tendrá constantemente la necesidad de compensar las fallas que observa en sí misma, trabajar y esforzarse mucho más, exigirse para llegar a estar a la altura de su propia expectativa. Esta experiencia puede llevar a una persona a lidiar con depresión y ansiedad, la constante insatisfacción, el agotamiento y el temor a ser descubiertos resultan fácilmente en condiciones de salud mental más y más complejas, en gran medida porque se teme al fracaso.
¿Cómo podemos sobreponernos a esto?
Hablar con otros
Compartir nuestros temores, nuestras inseguridades y conversar con otros acerca de nuestra experiencia y emociones puede tener grandes beneficios. Es común que la vergüenza y el miedo nos lleven a encerrarnos en nosotros mismos, hacernos sentir vulnerables al hablar con otros, sin embargo expresar lo que sentimos es muy importante, mucho más beneficios de lo que nos imaginamos, simplemente compartir con alguien más nuestras emociones hará una gran diferencia.
Si es necesario, acudir con un profesional de la salud mental y comenzar un proceso terapéutico puede ser una gran opción, nos ayudará a desarrollar mecanismos de gestión emocional y a trabajar con nuestras creencias.
Aceptar retroalimentación
Para alguien que experimenta Síndrome de Impostor recibir un halago o cualquier tipo de retroalimentación positiva que reconozca su éxito, puede ser estresante, estas personas tenderán a desecharlos o rechazarlos, siempre señalando los aspectos negativos o que necesitan mejorar. Por un lado, esto hace difícil creer que nuestros éxitos son aceptables y por otro hará más difícil conectar con otras personas, quienes pueden llegar a sentir rechazo por parte de quien tiene dificultades con los halagos o los reconocimientos.
Comenzar por aceptar que las observaciones de otras personas son válidas al momento de valorar nuestro trabajo es un buen comienzo, dales crédito a quienes te dicen que lo haces bien y admite que tu trabajo merece reconocimiento.
Ser amables con nosotros mismos
Poner esfuerzo en observar y cambiar la manera en la que hablamos con nosotros mismos puede ayudar también a desarrollar una imagen más positiva de nuestro trabajo, detenernos a escuchar nuestro autodiscurso, poner un freno a las actitudes negativas y buscar palabras más amables para hablarnos, así como flexibilizar lo que decimos acerca de nuestros logros puede ser también un gran comienzo.
Aceptar que podemos equivocarnos y ver esta posibilidad como parte del aprendizaje puede ayudarnos a ser más amables con nuestros conocimientos y habilidades.