En los últimos años, en medio de eventos tan desafiantes, uno de los términos más escuchados es el de “resiliencia”, siendo esta una habilidad que se menciona en muchos contextos, conocida por tratarse de algo necesario para sobreponernos a las dificultades y continuar con nuestras actividades, a pesar de todo. Sin embargo, esta concepción de la resiliencia puede resultar peligrosa, confundida más con resistencia que con lo que realmente supone.
A diferencia de lo que parece, ser resiliente no se trata de soportar todas las dificultades como si no pasara, ni de atravesar los retos sin que esto afecte nuestro desempeño en la vida cotidiana, por el contrario, intentar continuar de esta manera puede resultar en burn out, depresión u otros trastornos de la salud mental que realmente interferirán en nuestro desarrollo.
¿Qué es la resiliencia?
La verdadera resiliencia no se trata de “soportarlo todo”, sino de gestionar nuestras emociones y atravesar los procesos que implican los desafíos, incluso los más incómodos o dolorosos para sobreponernos a ellos. Esto implica identificar y sentir nuestras emociones, saber que existirán momentos en los que nos sentiremos mal, pero también otros en los que poco a poco nos sentiremos mejor y finalmente podremos ver con optimismo realista lo que hemos aprendido.
Este término ha cambiado mucho con el tiempo y conforme sabemos más de la mente y de las emociones se ha adaptado, pues ahora sabemos que aunque hay personas que por naturaleza tienden a la resiliencia, también podemos aprender habilidades de inteligencia emocional que nos ayudarán a sacar lo mejor de todas las experiencias de vida.
¿Qué necesitamos para ser resilientes?
Es importante saber que las emociones, todas ellas, son necesarias para el ser humano, le ayudan a actuar de acuerdo al ambiente en el que vive y aunque a veces nos abruman, no podemos reprimirlas. Las personas resilientes reconocen sus emociones, nombrándolas y aprendiendo de dónde vienen, así como porque están ahí y qué le comunican sobre su entorno. Para ello tenemos que hacer un trabajo de introspección, además de permitirnos sentirlas, expresarlas y comunicarlas.
Además de esto es importante la capacidad de analizar lo que nos ocurre desde una perspectiva más objetiva, que nos ayude a identificar por qué nos está pasando y cómo podemos superarlo o si es necesario movernos para sentirnos mejor, así como las ventajas y desventajas inherentes a nuestras decisiones. Así podremos sacar ventaja de los malos momentos, saber distinguir cuándo tendrá una recompensa el continuar por el mismo camino o si es necesario movernos para crecer. Si bien esto es algo complejo, comunicarnos con otras personas o utilizar estrategias de regulación nos pueden ayudar a ver las cosas con más claridad.
¿Cómo podemos desarrollar esta habilidad?
Cuidar de nosotros mismos es muy importante, así estaremos listos para enfrentar los retos en cualquier momento, por lo que mantener rutinas que cuiden de nuestra salud física y mental, así como practicar habilidades de regulación e inteligencia emocional nos ayudará a prepararnos ante cualquier desafío.
Cuidar nuestros ciclos de sueño es importante, así como alimentarnos correctamente, es un buen inicio. Escuchar a otras personas y comunicarnos con los otros puede ser también importante para trabajar en la identificación de emociones.
¿Crees que la resiliencia es necesaria para un docente? ¿Cómo crees que podría ayudarte esto en tu vida diaria?