Enseñar es una labor profundamente satisfactoria, pero también puede ser exigente y emocionalmente agotadora. Más allá de las horas de clase, los docentes enfrentan retos importantes que van desde la carga administrativa, hasta la conexión con sus estudiantes que puede incluso significar un desgaste emocional importante, por ello cuidar nuestra salud mental no debe ser visto como un lujo, es una medida fundamental para garantizar educación, así como una buena calidad de vida para los maestros.
A pesar de esa certeza, cuidar de nuestras emociones y atender nuestras necesidades a veces es mucho más complejo de lo que parece. ¿Qué podemos hacer en este aspecto?
Aunque es muy normal experimentar estrés, cansancio e incluso ansiedad o agotamiento en ciertos momentos, a veces creemos que la mejor manera de enfrentarlo es restarle importancia y continuar con nuestras actividades a pesar de esas dificultades. Sin embargo, la mejor estrategia ante cualquier sensación, experiencia o sentimiento que nos traiga incomodidad o malestar es identificarlas y atenderlas.
Tomarnos el tiempo de identificar cómo nos sentimos puede ayudar mucho a encontrar herramientas y estrategias cuando algo no va del todo bien, por ello darte unos minutos de manera cotidiana para observarte y preguntarte cómo te sientes, puede ser un gran inicio. Así como preguntarnos qué nos ayudaría a sentirnos mejor o a resolver ciertas preocupaciones.
Establece límites saludables
Como docentes es común que sentir que debemos tomar todas las responsabilidades que se presentan, tanto en el aula como en casa. Es muy normal llevar trabajo a casa o involucrarnos en actividades extraordinarias para apoyar a nuestra comunidad escolar. Sin embargo, tener claros nuestros límites es un principio fundamental para cuidar de nuestro bienestar, por lo que establecer horarios específicos para resolver pendientes, así como para nuestras actividades de cuidado, y aprender a decir que no cuando estamos saturados de trabajo es tan importante.
El autocuidado se trata de llevar a cabo acciones que prioricen nuestro bienestar, cuyo único objetivo es ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida. Esto no es un lujo, sino una necesidad. Encuentra actividades que te relajen y te llenen de energía, como practicar ejercicio, leer, meditar o dedicar tiempo a tus pasatiempos, es importante destacar que estos pasatiempos solo tienen el objetivo de ayudarte a relajar y disfrutar el tiempo, no necesitas convertirte en atleta o experto en alguna actividad. También es importante dormir lo suficiente y vigilar que nuestra alimentación sea equilibrada, pues son pilares esenciales para mantener un estado mental saludable.
Hablar con colegas que entiendan los desafíos de la docencia puede ser muy reconfortante. Busca espacios para compartir experiencias, consejos y estrategias. Si es posible, organiza grupos de apoyo en tu escuela o participa en comunidades de docentes en línea. La conexión con otros puede aliviar la sensación de aislamiento y brindar nuevas perspectivas.
No te olvides de comunicarte con tu familia y tus seres queridos, aunque en ocasiones ellos no podrán entender tu experiencia como docente, hacerles saber cómo te sientes y cómo te pueden apoyar es muy importante.
El estrés es parte de la vida, pero aprender a manejarlo es muy importante para que no se transforme en un elemento nocivo de manera cotidiana y evitar que te abrume. Algunas estrategias incluyen:
No tengas miedo de acudir a un psicólogo o terapeuta si sientes que el estrés o el agotamiento están afectando tu vida. Recibir ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino una muestra de fortaleza y cuidado personal.
Cuidar nuestra salud mental es esencial, tanto por nuestro desempeño en el aula como para nuestro bienestar general. Implementar estas estrategias puede ayudarte a construir una base sólida para enfrentar los retos del día a día y disfrutar plenamente de tu vocación.
¿Qué haces de manera cotidiana para cuidar tu salud física y mental?