Para la mayoría de los niños y adolescentes las vacaciones de invierno implican muchas emociones, casi siempre positivas, regalos, fiestas y algunos días de descanso en casa son siempre un buen motivo para esperar esta pausa escolar. Sin embargo, para algunos niños y adolescentes, y también para algunos adultos, esto no es tan simple, el cambio de rutina, visitar a personas a las que no frecuentamos tanto, estrés económico en casa o incluso problemas familiares pueden implicar que las vacaciones de diciembre no son tan placenteras, sino más bien estresantes.
Aunque no siempre podemos cambiar las circunstancias de casa, ni podemos crear la mágica experiencia vacacional que nos gustaría, todas nuestras acciones cuentan y ofrecerles herramientas para atravesar los momentos difíciles es posible. Como adultos buscamos de muchas maneras cuidar a los más jóvenes y a veces lo que consideramos que es mejor no coincide con sus propias ideas.
Expresar nuestras emociones
Es normal sentirnos impotentes ante ciertas circunstancias, nos pasa como adultos, pero cuando somos jóvenes esta sensación puede ser mucho más intensa. Nuestras familias deciden siempre sobre la forma en la que ocupamos nuestro tiempo, la autoridad siempre tiene algo que decir sobre nuestras acciones. Las vacaciones suelen traer cierta expectativa, las horas de descanso, las ideas que tenemos para nuestra diversión, salir con nuestros amigos o simplemente estar en casa frente a una pantalla pueden verse arruinadas por compromisos familiares, tareas que debemos cumplir.
Claro que esto forma parte de la vida en sí misma, pero no siempre significa que estemos cómodos con ello y expresar cómo nos sentimos es muy importante. Hablar de nuestras emociones, entenderlas y expresarlas es necesario, ya que no siempre se reconoce su importancia. Impulsar a los niños a hablar de cómo se sienten, a expresar su frustración y demostrar sus emociones, aunque no siempre sean positivas, es fundamental.
Crear nuevas rutinas
Aunque no lo parezca y llegue a ser chocante, la rutina que nos da la escuela crea un sentimiento de seguridad, sabemos en qué horarios realizaremos ciertas actividades, las personas a las que encontraremos, podemos predecir en su mayoría las actividades que realizaremos y tenemos ambientes comunes que conocemos. Para algunas personas un cambio abrupto de rutina hace que esa sensación de seguridad se desvanezca, el caos que implican las vacaciones, sin horarios, sin compañeros comunes, con familiares a los que no frecuentamos y otras situaciones inusuales puede representar estrés, cosa que no siempre es fácil de descifrar.
Tratar de crear una rutina nueva, agregar elementos predecibles y tener a la mano herramientas que nos recuerden el mundo en el que nos sentimos más cómodos puede ayudar mucho, si salimos de viaje llevar elementos que nos hagan sentir en casa, acomodarnos con libros familiares o llamar por teléfono a las personas que frecuentamos puede ser lo que necesitamos para sentirnos mejor. Esto definitivamente beneficiará a los más jóvenes, por lo que acompañarlos con cosas familiares es de gran ayuda.
Hacer tiempo para ellos
A veces las vacaciones están tan llenas de compromisos que resultan aún más atareadas que un día normal, cumplir con los eventos familiares, hacer las compras, preparar comida, todo estos se convierte en una tarea que nos aleja de lo esencial, de quienes somos y con quienes compartimos. Y a los niños y adolescentes les puede hacer sentir que sus intereses, su tiempo, sus necesidades son poco importantes.
Hacer tiempo para ellos, para que puedan ganar autonomía sobre al menos algunas partes de sus vacaciones es importante. Inclúyelos en la planificación familiar, procura hacer tiempo para que ellos decidan qué hacer con su tiempo y no los juzgues por sus decisiones. Hazles saber que lo que a ellos les interesa, sus necesidades e ideas también son importantes.
¿Cómo ayudas a los más jóvenes a pasar el estrés de las vacaciones? ¡Comparte con nosotros!