En la escuela utilizamos la lectura como la herramienta básica del aprendizaje, a través de los libros los alumnos pueden estudiar para los exámenes, profundizar sus conocimientos, aprender las ideas de otras personas y, a través de la escritura, expresar las propias. A pesar de que esta herramienta es de gran importancia para los estudiantes, la práctica lectora implica una relación difícil, ya que para muchos niños es una actividad que resulta aburrida, impuesta como una obligación e incluso un castigo que les limita otras diversiones, como el juego, la televisión, el descanso.
La realidad es que no todas las personas son afectas a la lectura, si nuestro pensamiento es más visual, si preferimos adquirir conocimiento a través del oído, si el movimiento es clave para nuestra concentración, es probable que nos hayamos enfrentado desde pequeños al aburrimiento y el tedio ante las tareas que nos obligaban a leer por cierta cantidad de tiempo y del que en ocasiones no obtuvimos realmente muchos resultados.
¿Cómo podemos cambiar la forma en que los estudiantes se acercan a la lectura y qué podemos hacer para que incluso quienes enfrentan diversos retos para la lectura tradicional obtengan todos los conocimientos y no pierdan oportunidades?
No hagamos de la lectura un obligación
Leer es mucho más que una tarea. Leer es por sí mismo un placer, algo que disfrutamos en cuerpo y mente, pero que la mayoría de los estudiantes relacionan con una limitante. Es típico que la tarea de un estudiante incluya unos minutos de lectura, en ocasiones sin ninguna instrucción más que “leer 15 minutos”, a veces con capítulos completos de novelas, cuentos o libros teóricos que ellos no escogieron.
Al mismo tiempo, ven en los adultos poca disposición por incluir en sus actividades dicha lectura, si la familia no tiene el hábito, pero se les impone a los pequeños como parte de sus obligaciones, tenderán ellos a creer que una vez superada la escuela se podrán deshacer de esa imposición.
Es esencial enseñar a los niños que la lectura no es una tarea ni un obstáculo entre ellos y la diversión, sino una actividad de mucho placer, que puede llevarlos a vivir aventuras, adquirir conocimientos de todo tipo, ayudarlos a convertirse en expertos en los temas que les apasionan, a disfrutar de cualquier momento en cualquier lugar. Y para ello debemos deshacernos de la imposición de la lectura y comenzar a practicar con el ejemplo. El hábito de la lectura será natural en los niños si ven que los adultos a su alrededor lo hacen también, así como si ven en la lectura un premio, el placer de conocer nuevos mundos, nuevas personas, vivir nuevas experiencias, en lugar de un castigo o un obstáculo.
Abrir las posibilidades
Es necesario considerar que todos somos distintos y lo que para algunas personas es agradable, fácil e interesante, para otros puede resultar cansado o irritante. Es necesario, claro, que los alumnos aprendan a leer y que desarrollen la capacidad de adquirir conocimiento a través de esta práctica, pero también es importante que aprendan a encontrar rutas en las que el aprendizaje no sea una lucha constante.
En la actualidad existen una gran cantidad de materiales que pueden ayudar a todo tipo de aprendices a desarrollar sus conocimientos, desde los audiolibros, hasta los videos que abundan en la red sobre cualquier tema. Proporcionar a los alumnos fuentes de información con las que se sientan más cómodos estimulará su amor por el conocimiento, su interés en la escuela y su desempeño académico, de forma indirecta les ayudará a encontrar su ruta a la lectura y con la práctica, probablemente, mejore su relación con esta.
Que lean lo que quieran
Es común, también, que los adultos busquemos interesar a los estudiantes en títulos específicos de la literatura clásica, así como en textos escolares que les ayuden a preparar los exámenes, a veces incluso siendo demasiado estrictos con textos que tienen que ver con sus intereses, por parecernos de poco valor para su estudio.
Como se mencionó anteriormente, el camino más directo al hábito lector es el del placer, por lo que si motivamos a los estudiantes a descubrir textos que se acerquen a lo que ellos más aprecian, aunque nos parezca poco provechoso, eventualmente será más fácil llevar a cabo la lectura de otros textos. Nunca debemos imponer textos que vayan más allá de su nivel de comprensión lectora, que no se puede medir por cuántas palabras leen por minuto y que puede llegar a ser muy desigual entre compañeros de los mismos grados. Comenzar por algo accesible para moverse a textos más complejos es la mejor estrategia.
¿En tu salón de clases tienes alumnos apasionados por la lectura o son más los que prefieren otros medios como el video o el audio? Comparte con nosotros tus experiencias y estrategias para lograr que los alumnos se conviertan en lectores voraces.