Es común ver las vacaciones de invierno como un tiempo de lo más esperado, asociado al descanso y a las fiestas, reuniones con amigos, familiares, compra de regalos, eventos y toda clase de actividades, aunque al mismo tiempo, las expectativas sociales nos exigen estar en casa, ver películas, sentarnos con la familia a convivir, etc. Todo esto puede convertirse en un periodo intenso para muchas personas y para los docentes puede ser incluso aún más abrumador. Las fiestas, los compromisos familiares, las expectativas sociales de “aprovechar” el receso y la convivencia prolongada pueden generar cansancio, irritabilidad o una sensación de saturación difícil de nombrar. Reconocer esta ambivalencia es el primer paso para no vivirla en silencio.
Cuando salir de vacaciones no es tan agradable
Durante el ciclo escolar, gran parte del trabajo docente implica una gestión constante de emociones: propias y ajenas, pero lo hacemos en un contexto ordenado, al llegar las vacaciones, ese sostén cotidiano se interrumpe de golpe, y lo que parecía controlado emerge con más fuerza. Aparecen emociones acumuladas, duelos postergados, tensiones familiares o simplemente la dificultad de adaptarse a un ritmo distinto. Sentirse abrumado en un periodo que “debería” ser placentero suele generar culpa, como si algo estuviera mal en quien no logra disfrutar sus vacaciones plenamente.
Primero nosotros
Hablar de emociones en vacaciones también es hablar de darnos permiso. Permiso para no estar bien todo el tiempo, para no cumplir con todas las tradiciones, para decir que no cuando no podemos o no queremos hacer algo. El cuidado emocional no consiste en forzarse a disfrutar, sino en escuchar lo que el cuerpo y el ánimo necesitan en ese momento, a veces puede ser compañía, pero otras necesitamos un espacio en silencio para relajarnos. Es importante saber que no hay una forma correcta de vivir el receso, y asumir esto reduce la presión innecesaria.
Comunicarnos con otros
Esta época en la que se valoran tanto las relaciones con la familia y con los amigos implica también mucha convivencia con otras personas, algo que puede desgastarnos y llenarnos de emociones con las que no lidiamos comúnmente, especialmente si tenemos que ver a familiares con los que no convivimos tanto o personas con las que no nos llevamos tan bien. En esta temporada es importante hablar con otras personas sobre cómo nos sentimos, expresar toda la tensión que enfrentamos, cómo nos han afectado las reuniones familiares o la expectativa de las fiestas. A veces necesitamos solamente a alguien que nos escuche para atravesar momentos difíciles. Al mismo tiempo, escuchar a otros nos puede ayudar a darnos cuenta de que no somos los únicos pasando por estas emociones.
Pensar en el aula
Para el trabajo docente, esta reflexión no es menor. La forma en que transitamos nuestras propias emociones impacta directamente en cómo volvemos al aula al iniciar el año, nombrar el cansancio, reconocer cuando nos sentimos abrumados y validar la complejidad emocional de las vacaciones permite regresar con mayor claridad y empatía, tanto hacia los alumnos como hacia uno mismo. Las emociones no se suspenden en el receso, se transforman, y atenderlas también es parte del trabajo pedagógico.
¿Las vacaciones de invierno resultan abrumadoras? ¡Comparte con nosotros tus estrategias para atravesar estas fiestas!