En la época del gobierno de Porfirio Díaz y con el propósito de consolidar a todas las líneas de ferrocarriles y así fomentar la inversión, se creó la empresa Ferrocarriles Nacionales de México, la cual se fusionó a diferentes capitales, en su mayoría extranjeros: Ferrocarril Internacional, Interoceánico, Panamericano y el de Veracruz, con poco más del 50% de capital en poder del Gobierno Federal.
La red ferroviaria de nuestro país sufrió muchos daños durante la Revolución Mexicana y con los años, la empresa se enfrentó a la competencia de autobuses y aeroplanos, así como a la intervención del Estado para evitar que se aumentaran las tarifas, lo que sumado a las presiones por un aumento salarial, la pusieron en estado de quiebra.
Su situación puso en riesgo a la economía del país, pero existía la imposibilidad del gobierno para exigirle su colaboración en la política económica mediante tarifas adecuadas; además de que éste estaba impedido para participar en la reorganización del sistema ferroviario.
Así, el 23 de junio de 1937 el Presidente de México Lázaro Cárdenas, en Palacio Nacional, con fundamento en la Ley de Expropiación de 1936 decretó la nacionalización de los Ferrocarriles Nacionales de México.
El 30 del mismo mes, Cárdenas ordenó, mediante la Ley de Secretarías y Departamentos de Estado, la creación del Departamento de Ferrocarriles Nacionales de México y casi un año más tarde, el 1 de mayo de 1938, se entregó la empresa a los trabajadores para que la administraran.