En mayo de 1811, Miguel Hidalgo y Costilla fue capturado y trasladado a Chihuahua donde fue juzgado y condenado a muerte. Asimismo, fue degradado como sacerdote y lo fusilaron el 30 de julio de ese mismo año. Como muestra de lo que le pasaba a los traidores a la corona, su cabeza fue exhibida en la alhóndiga de Granaditas en Guanajuato junto con las de otros insurgentes como Allende.
El movimiento insurgente continuó con la lucha y cuando se logró consolidar la República Mexicana en 1824, se le dio el reconocimiento como el primer insurgente y como Padre de la Patria.