Nació en la Ciudad de México en 1845 en el seno de una familia pobre. De adolescente trabajó como sirvienta y más tarde, a base de muchos esfuerzos y venciendo los prejuicios, se inicia en el arte del canto.
El 30 de agosto de 1883 murió en Mazatlán la gran Ángela Peralta, llamada por sus admiradores “el Ruiseñor Mexicano”.
Sus biógrafos aseguran que antes de los diez años, se dio a conocer por el expresivo timbre de su voz y las sonoridades que alcanzaba. Ingresó al Conservatorio Nacional de Música y en 1860 a la edad de 15 años, debuta en la obra El trovador, de Giuseppe Verdi puesta en escena por el maestro Agustín Balderas. Su interpretación como Angela, papel principal, fue aclamada por el público y los críticos de época.
Al año siguiente, viaja a Italia para perfeccionar su canto. Vivió en Europa por más de 10 años y tuvo mucho éxito. Regresa a México para cantar ante el Emperador Maximiliano y este quedó impresionado por su voz y la nombra Cantarina de la Cámara del Imperio.
En 1867, ante la inminente caída del régimen imperial, volvió a Europa. En Madrid contrajo matrimonio con su primo, el literato Eugenio Castera, del que enviudó tiempo después. Regresó a México convertida en empresaria, con la misión de llevar la ópera a distintas ciudades y públicos de su país. Más tarde realizó una tercera gira por Europa, donde inició un amorío con su administrador Julián Montiel Duarte, razón por la que fue juzgada por las buenas consciencias de su época.
En 1883, durante una gira al frente de su compañía, desembarcó en Mazatlán, donde alcanzó a dar una función, la última, antes de caer fulminada por la fiebre amarilla que asolaba por entonces al puerto sinaloense y que apagaría para siempre el hermoso canto del Ruiseñor Mexicano.