Traicionado por su ejército y por sus seguidores y repudiado por el pueblo, Agustín I tuvo que abdicar y partir desterrado hacia Liorna, Italia, el 30 de marzo de 1823 de donde pasó a Florencia y a Londres. El congreso no admitió su abdicación porque la consideró improcedente, dada que su elección había sido nula, “viciada de origen”, lo condenó al destierro perpetuo con una pensión vitalicia.
Enterado de los planes de reconquista que España tenía reservados para México y mal aconsejado por sus partidarios, Iturbide decidió volver al país, partiendo de Londres el 4 de mayo de 1824. Sin embargo, el gobierno lo declaró traidor a la patria y ordenó que cualquier autoridad que lo capturase lo ejecutara en el acto.