El sismo del 19 de septiembre de 1985, tuvo una intensidad de 8.1 grados de magnitud en la escala de Ritcher y comenzó a las 7:17 horas, aunque en la Ciudad de México se percibió a las 7:19 su duración fue de dos minutos.
El epicentro fue en el Océano Pacífico cerca de la desembocadura del Río Balsas en la Costa Michoacana a 15 kilómetros de profundidad.
No se tienen las cifras exactas de las víctimas, de manera oficial se informó que fueron 3,629, sin embargo existen organismos de rescate que mencionan que fueron 10,000 muertos.
La fisonomía de la Ciudad de México se modificó, varios colonias fueron seriamente afectadas como: Tlatelolco, Centro, Doctores, Roma y Obrera y cerca de 30 mil estructuras presentaron daños totales, y 68,000 daños parciales y 11,152 edificios fueron demolidos después del sismo debido a los daños que sufrieron.
32 años más tarde, el 19 de septiembre de 2017, vivimos otro sismo de una fuerte intensidad. A las 13:14:40, tuvo su epicentro en la latitud 18.40 norte, longitud 98.72 oeste, a una profundidad de 57 kilómetros, a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos, en el límite con el estado de Puebla.
La distancia de este epicentro respecto a la Ciudad de México es de 120 kilómetros. Se originó en una falla considerada como “normal” de profundidad intermedia, es decir, un desplazamiento de bloques de tierra en sentido opuesto una de otra.
De acuerdo a los expertos de la UNAM, la ruptura del sismo ocurrió dentro de la placa oceánica de Cocos, por debajo del continente, a una profundidad de 57 km. Si bien este tipo de sismo no es el más común en México, de ninguna manera es extraordinario.
Lamentablemente se registraron en la Ciudad de México 192 fallecidos, 74 en Morelos, 45 en Puebla, 13 en el Estado de México, 6 en Guerrero y 1 en Oaxaca.
Estos acontecimientos permitieron demostrar al mundo la enorme solidaridad del pueblo mexicano. Las personas, sobre todo jóvenes, salieron a las calles para ayudar en la medida de sus posibilidades: moviendo escombros en busca de víctimas atrapadas, preparando comida, donando medicinas, trasladando heridos en autos particulares. Esos días los mexicanos supieron que si el gobierno no cumplía con su obligación, basta la voluntad del pueblo para levantarse del peor de los infiernos.