El descontento generalizado de la población y de la élite política de esa época por la forma de gobernar de Antonio López de Santa Anna desató una serie de manifestaciones públicas y la organización de los políticos opositores a su gobierno.
Entre las acciones que más disgustaron, destaca la expedición del decreto en el que le confería a Santa Anna una serie de prerrogativas propias de un emperador como el permanecer en el poder que él considerara prudente y de nombrar a su sucesor. Algunos historiadores aseguran que obligaba a las personas a que se dirigieran a él como “Alteza Serenísima”.
Varios opositores al régimen, entre los que destacan Juan N. Álvarez, Ignacio Comonfort, un ex-insurgente, Florencio Villareal anunciaron el Plan de Ayutla para derrocar a Santa Anna, crear la Junta de Representantes para que designara un presidente interino y organizar a un nuevo Congreso Constituyente.