Después de aprehender a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez y obligarlos a firmar sus renuncias, Victoriano Huerta ordenó su asesinato en el Palacio de Lecumberri.
Victoriano Huerta justificó su muerte gracias a la Ley de Fugas, es decir que según el comunicado oficial se tuvo que dispararles y matarlos ante su intento de fuga, lo cual nunca fue creído. Es importante mencionar que ministros de varios países solicitaron que se preservara su vida. El 24 de febrero, Madero fue enterrado en el cementerio de la Piedad.