Este día se eligió para conmemorar a la Cruz Roja ya que en esa fecha nació el filántropo Jean Henri Dunant, pero de 1828, quien fue el fundador de esta benemérita institución. Dunant, se dio cuenta de la falta de cuidados que sufrían los soldados en el campo de batalla ya que fue testigo en la guerra en Solferino, Italia en 1859 del sufrimiento y el dolor físico de estos.
Junto con otras personas convocó a los dirigentes para que fundaran en sus regiones, asociaciones dedicadas a la atención de los heridos en tiempos de guerra. Asimismo, se creó el Comité Internacional de la Cruz Roja a través de la cual se solicitó la realización de una conferencia de corte mundial, la cual se llevó a cabo en 1863 en Ginebra en la que se fundó de manera permanente la Cruz Roja Internacional.
Jean Henri Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz en 1901.
Este año la Cruz Roja lamenta la pérdida de colegas que murieron a causa de atroces ataques mientras intentaban salvar vidas. Asimismo, exige mucho más que palabras vacías de indignación: nos exige actuar.
Además menciona que la comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado mientras se pasan por alto las leyes de la guerra y se ataca deliberadamente al personal humanitario. Todo ataque contra los trabajadores humanitarios es un ataque contra las comunidades a la que estos prestan asistencia, así como una traición de las leyes concebidas para proteger a las personas civiles y aliviar el sufrimiento durante los conflictos armados.
En 2024, el año con más muertes de trabajadores humanitarios del que se tenga registro, solo el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja perdió a 38 empleados y voluntarios. Si esta espantosa tendencia continúa, 2025 podría ser aún peor.
Los Estados y las partes en los conflictos son responsables directos de revertir esta alarmante y peligrosa dirección protegiendo a los trabajadores humanitarios, respetando el derecho internacional humanitario y poniéndose del lado de nuestra humanidad común. Es momento de actuar.
Hace un llamado a celebrar a quienes dan su tiempo, y a veces su vida, para aliviar el sufrimiento de otras personas y proteger su dignidad humana inherente. En una época de crisis y pérdidas sin precedentes, es también un recordatorio conmovedor de los peligros cotidianos que afronta el personal humanitario y de nuestra obligación colectiva de velar por que se respete y proteja plenamente su labor de salvar vidas.
Asimismo, asegura que mantener viva la humanidad significa proteger al personal humanitario.