El origen de la palabra testificar es bastante curioso y cuenta con diversas historias, unas más extravagantes que otras y algunas con muchos indicios de ser cuentos chinos. Cabe señalar que ninguna de ellas puede ser considerada como cierta o cuenta con algún respaldo académico, al ser todas ellas meras etimologías populares. Al contrario, han sido desmentidas en muchas ocasiones por estudiosos de la lengua; sin embargo, no dejan de tener algún valor meramente anecdótico, como ocurre con la mayoría de estas narraciones. Aquí te dejamos dos de ellas:
La primera está relacionada con los testículos y se remonta al juramento judicial que realizaban los romanos en las audiencias celebradas en el foro. Se cuenta que en el momento de realizar una declaración, quien la emitía juraba por sus testículos que decía la verdad, y en caso de ser mentira, bueno...ya sabemos qué pasaba. La pérdida era inevitable.
La segunda también se encuentra relacionada con los testículos y tiene que ver con la elección de los papas en la antigüedad. En este sentido, se cuenta que una manera de comprobar que el candidato a papa era efectivamente hombre, una persona que fungía como testigo tocaba los testículos de la persona. De no existir los testigos, es decir, si era una mujer, el candidato era condenada a muerte.
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