Trabajar con niños o con adolescentes representa retos enormes, a lo largo del desarrollo existen etapas y momentos complejos que implican un manejo no solo de conocimientos académicos o relacionados con las asignaturas de la escuela, sino de una labor mucho más compleja, que se relaciona con el aspecto psicoemocional. Uno de esos grandes retos, que todos los docentes hemos tenido alguna vez, es el encontrarnos con alumnos que presentan conductas agresivas, esto puede implicar una fuerte interrupción al desarrollo normal de nuestras clases, puede ser muy abrumador e incluso riesgoso, pero como docentes podemos trabajar estas conductas con estrategias seguras, tanto para los propios alumnos como para nosotros.
Para un docente puede ser difícil esta experiencia, pues sabemos que por fuerza se requiere del apoyo de casa, pues es el principal espacio de aprendizaje de conductas, pero la escuela puede ser un lugar igualmente influyente en los niños, por lo que no debemos delegar todo a casa, el desarrollo psicosocial de los pequeños ocurre también en la escuela, en la convivencia normal con sus compañeros, el refuerzo de los adultos y la seguridad que estos fortalecen para ellos.
Es necesario recordar que la agresividad es una conducta aprendida, la mayor parte del tiempo proviene del medio ambiente, de los adultos que conocen y el resultado que han observado que pueden obtener por medio de estas actitudes, a veces incluso sin darnos cuenta modelamos este tipo de conductas para ellos, por ejemplo, si un docente grita en el aula para obtener un aula en silencio, el alumno se dará cuenta que con una conducta agresiva el adulto ha obtenido lo que buscaba. También puede ser que el propio niño se haya dado cuenta de que al repetir cierto patrón de conducta obtiene una respuesta que consciente o inconscientemente está buscando, a veces al repetir cierta acción consigue que los adultos le pongan atención, aunque esta sea negativa, es su oportunidad para lograrlo.
Es importante distinguir que la típica respuesta “lo hace solo por llamar la atención” puede ser cierta, pero no debe utilizarse para subestimar una conducta, sus necesidades son importantes e ignorar señales de estrés podría ser contraproducente. Un método efectivo para combatir este tipo de actitudes es validar sus emociones y trabajar con ellos en formas más positivas de atraer la atención, por ejemplo, elogiando sus esfuerzos, sus avances y reconociéndolo por quién es.
Todo esto significa que también pueden desaprender una conducta y darse cuenta de que hay otros medios, mucho más saludables, positivos y con mejores resultados que a través de la violencia.
Este trabajo puede llevar su tiempo, al final del día trabajar con un niño o con un adolescente no es algo tan simple, pero es necesario que prestemos atención al contexto en el que ocurren las conductas específicas, qué pasa antes, durante y después de algún tipo de conducta violenta, cuáles son los motivos que tienden a disparar esta respuesta, probablemente veremos que hay momentos en los que se sienten más vulnerables o más frustrados, nosotros podemos ayudarlos a mejorar su respuesta si antes que nada entendemos las razones de este comportamiento.
Sin importar la edad de nuestro alumno, una conducta agresiva requiere el fortalecimiento de ciertas habilidades psicosociales, entre las que destacan el manejo de la frustración y la autorregulación, pues todos tenemos momentos en los que nos cuesta más trabajo expresar nuestras emociones o controlar nuestros impulsos, pero con algunas estrategias podemos lograr que nuestro estudiante tenga herramientas más asertivas en momentos difíciles.
Trabaja con ellos en identificar sus emociones, podrías proporcionar un vocabulario más extenso para entender cómo se siente, así como proponer ejercicios de respiración, estimulación sensorial o actividad física una vez que ha identificado si algo no se siente bien, también puedes colaborar con sus padres para crear un plan de trabajo en esas situaciones, el refuerzo en casa y las actitudes de los adultos harán la diferencia.
Algo muy importante es la forma en que nos comportamos como adultos ante una situación específica y lo que esto les enseña a los niños con los que convivimos. La reacción correcta es importante para trabajar con ellos y superar la conducta violenta, si un adulto se muestra asustado, o responde con más fuerza a una actitud específica, tanto el niño como sus compañeros tendrán una reacción enmarcada por esto. Es importante siempre ser respetuosos, cuidar de todos y manejar la situación con calma, evitar que nuestras emociones sean las que guíen nuestras acciones y ver por el bienestar del pequeño, procura ser empático y comprensivo. Claro que esto no es nada fácil, nosotros mismos tendremos que trabajar en esto para poder mostrar a nuestros estudiantes, así que no dudes en capacitarte en el tema y trabajar en tu propio manejo de las emociones, esto te ayudará a fortalecer a todos.
¿Alguna vez has tenido un alumno que presentara conductas agresivas? ¿Cómo trabajaste esto en tu salón de clases? Comparte con nosotros tus experiencias e ideas.