A lo largo del tiempo la escuela se ha ido transformando, poco a poco, gracias a la investigación científica y la experiencia nos hemos dado cuenta de que la educación tiene muchas aristas y algunas cosas que se consideraban necesarias hace 50 años ya no son vistas de la misma forma, mientras que algunos aspectos incluso se han retomado. Ahora hemos identificado que el aprendizaje no es solamente un trabajo de la memoria, sino una suma de distintos procesos que conforman el conocimiento y el aprendizaje. Y uno de los temas que más nos preocupan como docentes es cuánto de lo aprendido guardan los estudiantes más allá de un examen.
En realidad, es normal que los alumnos olviden lo que ven en clases en muy poco tiempo, porque es información que no necesitan en su vida diaria y rápidamente es sustituida por otros datos. Por ello se han buscado estrategias para maximizar lo que los alumnos recuerdan, así como lograr que sus aprendizajes sean permanentes.
Así es como nos hemos dado cuenta del fundamental papel que tienen las emociones en todos los ámbitos, incluso en la escuela, donde los conocimientos que se adquieren mientras se está en un estado emocional positivo queda mucho más presente en nuestra memoria que el que adquirimos por medio del aburrimiento, el miedo o el estrés. Ya con esto en mente hay muchas adaptaciones que podemos hacer en el aula para asegurarnos de que estamos trabajando con las emociones adecuadas dentro del salón de clases. Aquí te presentamos algunas.
Esta es una adición que puede ser muy útil al momento de planear nuestras clases. Indudablemente existen sesiones en las que el tema o los ejercicios son demasiado densos como para mantener la motivación arriba de todos los alumnos, por lo que al final del día sentimos que hemos hablado al vacío. Una forma de evitar este tipo de experiencias, que resultan difíciles para alumnos y maestros, es trabajar con las emociones al frente del barco y considerarlas parte de nuestros objetivos diarios. Esto no significa que las clases completas deban ser un divertido recorrido de alegría, sino que tengamos en mente cuáles son las emociones que queremos despertar en los alumnos y planear estrategias para lograr esto.
Es necesario, en principio, que identifiquemos emociones más allá del plano básico, que sepamos cuáles aparecen con mayor frecuencia y dejemos atrás estigmas sobre las emociones negativas, las cuales son naturales y parte de nosotros. Al planear tus clases añade una etiqueta sobre las emociones que deseas despertar desde el inicio, por ejemplo, al inicio de la sesión planea encender el entusiasmo, luego piensa en una estrategia para lograrlo, por ejemplo utilizar música o una actividad que siente las bases de esto.
Para las clases más difíciles o más pesadas puedes añadir actividades de relajación, como escuchar música a lo largo de la sesión, hacer algún ejercicio más físico, etc. La idea de esto es hacernos conscientes como docentes de lo que despertamos en los alumnos, además de los conocimientos académicos que buscamos impartir.
Si tenemos todo esto en mente nos daremos cuenta de que las emociones de los alumnos en general son mucho más importantes de lo que quizá pensábamos antes, por lo que pedirles que dejen sus problemas fuera del aula quizá no sea tan efectivo. Esto aplica incluso para nosotros como docentes. Buscar un desarrollo psicosocial es tan importante como los resultados académicos, pues en realidad van de la mano.
Como docentes podemos guiar a los alumnos al desarrollo de la inteligencia emocional, que es un conjunto de habilidades para reconocer, expresar y regular nuestras emociones, así como identificar las de otras personas. Aunque pensamos que esto es algo natural o dado, en realidad, como todas las habilidades, son cosas que necesitan conocerse y entrenarse.
Un buen inicio es ayudar a los alumnos a identificar esos sentimientos que no siempre es fácil reconocer, este es el primer paso para la inteligencia emocional. Lo primero es conocer el vocabulario necesario, que muchas veces se limita a feliz, enojado o triste, mientras que la variedad de sentimientos es tan grande como las razones detrás de ellas. Utiliza ruedas de emociones, o tablas para mostrar de dónde vienen y así los más jóvenes podrán identificar esto en si mismos.
Lo más importante para un docente es su propio bienestar. Sin nosotros no somos inteligentes no podremos transmitir esto a los alumnos, así que es momento de trabajar en nuestras dificultades, temores, empatía y resiliencia. Si es necesario busca ayuda profesional y recuerda que tu salud mental es tan importante como la salud física.
¿Cuál es tu aproximación en cuanto al tema de emociones con tus alumnos? ¡Comparte tus experiencias con nosotros!