Es normal, cuando vemos alumnos que se avientan en el patio de la escuela y ponen en riesgo su seguridad o la de otros, como maestros, querer detener esos juego antes de que alguien salga lastimado, pero debemos tener en cuenta que en realidad son juegos importantes para ellos, pues desarrollan capacidades físicas y emocionales que son necesarios para su vida. Aquí hay algunas claves sobre la importancia de estos juegos y cómo estar atentos a su seguridad sin restrigir su desarrollo.
¿Por qué los alumnos necesitan jugar brusco?
Cuando un niño juega de forma física explora sus límites, tanto físicos como emocionales, de esa forma se relaciona con otros niños y libera algo de adrenalina, pues se sienten libres mientras prueban sus propias capacidades. Al mismo tiempo exploran el espacio a su alrededor, crean realciones sociales en las que toman turnos y conocen los límites de los otros niños. No dejemos de lado que estos juegos suelen requerir actividad física agitada y por lo tanto sirven para trabajar los músculos, habilidades motoras e incluso la empatía.
¿Y si los niños se lastiman?
Es posible que este tipo de juegos, a los docentes nos hagan sentir un poco de temor, porque sabemos que en esas actividades los niños están expuestos a lastimarse o sufrir accidentes y por lo tanto tratamos de evitarlo a toda costa, porque queremos que nuestros alumnos se sientan seguros y estén tranquilos, pero combatir las actividades más bruscas podría crear niños temerosos que evitan ciertos juegos por miedo a herirse.
Por eso es muy importante que aprendamos a distinguir entre un juego brusco y una pelea, así como ideas para ayudarlos a que ellos mismos regulen su fuerza y reconozcan sus límites y los de sus compañeros.
¿Cómo sé que no pelean?
Es verdad que muchas veces vemos en ellos actitudes que se parecen más a las peleas que al juego e incluso, los juegos bruscos podrían acabar en peleas si no se vigila a los pequeños mientras juegan. Por ello es necesario observarlos. Si los niños implicados en el juego ríen y parecen divertirse entonces se trata de algo sano, por el contrario, si vemos expresiones de temor o angustia es momento de intervenir. Igualmente si notamos que después de haber jugado un poco rudo los niños continúan juntos en otras actividades sabremos que solo se trataba de juegos, mientras que si notamos que tras cierto juego se separaron, lloraron y dejaron de jugar entonces aquello ya es una pelea, en esos casos es importante conversar con ellos después para conocer los hechos y ayuadarlos.
Para que estas experiencias sean las más positivas debemos estar atentos, aprender a observarlos constantemente y conocer sus expresiones, mientras que darles reglas para esos juegos les ayudará a mantener fuera los problemas. Construye junto con ellos algunos límites y procura estar alrededor de ellos, pero no prohibas estas actividades, pues para su desarrollo es importante.
Si observas que alguno de los pequeños juega demasiado rudo con sus compañeros y estos comienzan a evitarlo, quizá se deba a que ese pequeño o pequeña no sabe cómo acercarse a sus compañeros para iniciar un juego o aún no establece bien los límites físicos, así, con un poco de ayuda logrará jugar mejor.