Uno de los grandes problemas en las escuelas en la actualidad son los denominados “problemas de conducta”, los problemas de aprendizaje ya dejaron de ser tan problemáticos debido a la gran cobertura por parte de las unidades de apoyo a la educación regular. Hoy en día, el gran problema con el que se topa el docente es con esos niños que se levantan de sus asientos, no acatan órdenes, molestan a sus compañeros, intentan llamar la atención, entran y salen del aula, son groseros, no tienen límites y un larguísimo etcétera que formaría parte del gran cúmulo de barreras para el aprendizaje y que paralelamente son disparadores del estrés.
¿A qué se debe que un infante no pueda participar en la forma esperada dentro del aula? Habrá que partir de la premisa: “toda conducta intenta comunicar algo”; la conducta disruptiva de nuestros alumnos intenta comunicarnos algo y es allí en donde entra la labor del docente, la del psicólogo educativo, del director o de cualquier miembro de la institución educativa que quiera apoyar en el buen desempeño del infante.
No debemos olvidar que también dentro de la etiología de la conducta podremos encontrar disfunciones orgánicas o pormenores en cuanto a la funcionalidad de los neurotransmisores, pero esos son los mínimos, los detalles con los que nos topamos día a día en su mayoría no tienen nada que ver con neurotransmisores, genética o disfunciones fisiológicas. El docente se enfrenta a diario con conductas disfuncionales que intentan comunicar algo.
Es cierto lo que se escucha en los pasillos de cualquier institución educativa, que los niños están así porque los valores son otros, los papás ya no se preocupan por sus hijos, faltan límites, por eso ya en el aula no podemos hacer nada, pero también es una realidad que los profesores debemos de actuar, a pesar del nulo apoyo de los padres de familia, y para ello necesitamos encontrar técnicas y estrategias más adecuadas para satisfacer la demanda que exige la sociedad actual.
Para poder comunicarse con esos alumnos tildados de “niños con problemas de conducta” es necesario, en primer lugar, escuchar su conducta, qué es lo que intenta decirnos con esa conducta disruptiva, antes de medicarlo, antes de sedarlo o antes de mandarlo a la dirección o con el psicólogo, primero debemos escuchar su conducta, la cual se instaura en un contexto determinado, con un rol que está desempeñando en un sistema específico.
El común denominador de los alumnos que presentan un “problema de conducta” está al servicio de una carencia, es una carencia de afecto, por lo tanto, cuando un alumno en el aula se porta mal, la labor del docente será traducirlo a: “¿me das un poco de amor’”. Recordemos que si el alumno no siente que pertenece a su grupo primario, “familia”, mucho menos sentirá la necesidad de sentirse perteneciente al grupo escolar.
Debemos dejar de lado esa estructura en donde el docente impone una manera de ser, en donde quiere que el grupo sea un cúmulo de sujetos alienados, deberíamos explorar un poco más en las potencialidades de cada alumno, dejar de etiquetar, optar por otras vías más saludables de atención a ellos, quizá como un método de prevención, para tener un mundo un poco más sano. Por eso podemos empezar por escuchar la conducta del alumno, pues algo intenta decir.