Como maestro, siempre tenemos altas expectativas sobre las habilidades de nuestros alumnos y los objetivos a lograr en el curso, el cual, conforme avanza, nos va revelando el potencial real del grupo, lo que nos puede hacer replantear nuestra metodología.
La pregunta de “¿hasta dónde exigir?” es compleja, y las maneras de abordarla cambian conforme al entorno. A continuación confrontamos una serie de situaciones, con el fin de echar un breve vistazo a las más comunes.
Si bien nuestro sistema está pensado para que cada grupo avance con los conocimientos necesarios al siguiente nivel, en ocasiones nos toca trabajar con grupos enteros de jóvenes que no tienen el mínimo que necesitamos para impartir la clase.
La cuestión es más difícil cuando al interior del mismo grupo hay una marcada división entre ellos, dejando al maestro en la encrucijada de si poner al corriente a los rezagados o seguir adelante al plan original y responder las dudas sobre la marcha. ¿Se puede trabajar sin dar prioridad a unos u a otros?
Derivado de lo anterior, están los propios objetivos del maestro. Si sus alumnos responden bien, podría mantenerse el plan original hasta su conclusión, pero también hay quienes aprovechan para exigirles aún más, añadiendo temas y dinámicas no contempladas originalmente, lo que también aumenta la carga de trabajo.
Por el contrario, si el grupo presenta resultados por debajo de lo esperado, hay docente que prefieren volver una y otra vez a ciertos temas que consideran fundamentales (aunque eso genere un atraso en su temario), mientras que otros deciden llevar su estrategia hasta el final, sin considerar quién puede seguir el ritmo.
No todos los alumnos son iguales, y es fácil notar cuando una materia se les facilita y cuando no. Hacer esta distinción entre cada una es una labor ardua, pero nos permitirá entender a quiénes empujar más en ciertas áreas y a quiénes echarles una mano.
En lo que todos son iguales es que, en algún punto, también necesitan descansar y será de mucha ayudar reconocer los momentos para ello. No se trata de consentirlos o “ponérselas fácil”, sino tan sólo de saber cuando es oportuno brindarles un respiro para tomar fuerzas y seguir adelante.
Aunque cambiar las circunstancias y la historia académica de nuestros alumnos no es posible para el docente, si podemos buscar formas de reducir las diferencias. Haz equipo con docentes de otras asignaturas e incluso de otros grados para que conozcas mejor a tus alumnos, para crear estrategias con las que apoyar a los grupos o los estudiantes con más retos. Crear una comunidad y trabajo en equipo entre docentes, padres y alumnos también podría ayudar, pues la preocupación en casa influye mucho en el aprovechamiento de tus estudiantes.
¿Qué estrategias has usado cuando te enfrentas a esto en tu salón de clases? ¿Cómo encuentras el equilibrio entre la exigencia, la nivelación y la tristeza?