La educación y la presión por los exámenes es algo que comienza demasiado temprano en la vida de los niños, a corta edad se convierten en estudiantes que serán evaluados, con el compromiso de cumplir sus tareas y resolver ejercicios, algo que continúa en medio de su pubertad y adolescencia, sin detenerse, hasta su entrada en el mundo adulto. Muchas veces como mayores pensamos que el estrés en los estudiantes no es real, porque sus preocupaciones no se comparan a las de un adulto en su vida diaria, sin embargo recordemos que son solo niños y a veces los límites o presiones que implica la vida escolar se interponen en su verdadero desarrollo, tanto de aprendizaje, como psicoemocional.
En ocasiones la idea de la educación viene con un aire de formalidad que limita desde muy temprano a los niños que ingresan a sus primeros años escolares. El horario se limita, los recesos para correr y gritar son muy cortos, la llegada de los uniformes, la obligación de estar sentados en un escritorio, guardar silencio, leer, llenar ejercicios y enfrentar los exámenes le resta mucho a la diversión que los niños necesitan para aprender.
La realidad es que el ser humano aprende mejor, por naturaleza, cuando existen juegos, especialmente en la primera infancia, pero esto es algo continuo. La simulación de la vida que ven en los adultos a través de la imaginación, la expresión y conceptualización de ideas o experiencias a través de los juegos con otros niños, entender sus propias emociones, así como procesar la información que reciben en su vida diaria, son procesos cognitivos que ocurren al jugar. Ningún niño está perdiendo el tiempo mientras está jugando y en realidad no necesita grandes recursos para llevar a cabo estos procesos, pues gran parte de esto se da por medio de la creatividad y la imaginación.
A pesar de saber todo esto, la escuela se ha transformado en expectativas cada vez más complejas para niños cada vez más pequeños. Y es que los padres esperan que sus hijos adelanten materias desde jóvenes, que adquieran conocimientos y habilidades lectoras o matemáticas a edades tempranas, que sean capaces de comportarse como pequeños adultos con la esperanza de que en el futuro tengan más oportunidades desarrollo. Sin embargo, al presionar todos estos proceso se logra un efecto contrario, pues no existe un apropiado desarrollo psicoemocional o se obligan procesos madurativos sin estar completamente listos. Lo cual, a la larga, dará el efecto contrario al buscado.
En medio de todas estas preocupaciones, es común que las familias o las escuelas ofrezcan una amplia gama de posibilidades además de las clases normales, tocar instrumentos, aprender varios idiomas, disciplinas deportivas, son las actividades que llenan los horarios de los estudiantes incluso más pequeños. Y es que se nos ha dicho que entre más pequeños mejor aprenden nuevas habilidades, por lo que queremos asegurar que los niños y jóvenes aprovechen sus talentos. Esto también puede ser algo peligroso, saturar sus horarios y extenuar a los niños o adolescentes evitará que experimenten cosas importantes, como el aburrimiento. Si bien elegir algunas actividades puede ser beneficioso lo mejor es dejarlos descansar el tiempo necesario, abrir su horario de juego y dejarlos elegir a ellos sus actividades favoritas.
Existe una cultura cada vez más centrada en el adulto, pero que ha estado presente desde siempre, en el que son los mayores quienes saben qué le conviene y qué no a los más jóvenes. Se toman decisiones con base en nuestras experiencias, en lo que creemos que es lo mejor para ellos y sin considerar la visión de un niño o de un adolescente. Al mismo tiempo se busca que más jóvenes sean capaces de adaptarse a contextos serios, por ejemplo, se premia a los niños callados, que no se ensucian, que no hacen ruido o que siguen las normas sociales fijadas por el contexto del adulto, cuando es natural en ellos tocar, correr, gritar, socializar a su manera.
Es por ello que debemos hacer un cambio en la mentalidad de los mayores y entender que no siempre tenemos la razón y que el simple hecho de ser adultos no es suficiente razón para justificar nuestras decisiones ante ellos. Escuchar las necesidades de cada niño, explicar nuestras razones al tomar decisiones que afectarán su vida y hacerles ver que sus opiniones también son importantes es imperativo para el desarrollo y aprendizaje.
¿Cuál es tu enfoque al enseñar a tus alumnos? ¡Comparte con nosotros tus ideas y preocupaciones en este tema!