Uno de los grandes retos de los profesores en la actualidad es abrir sus aulas para darle la bienvenida a la diversidad. Actualmente trabajamos más de cerca con alumnos con diferentes condiciones, que llegan de lugares muy distintos, con culturas diferentes, personalidades muy variadas y opiniones de todo tipo. Todas esas variantes conviven día con día en nuestros salones de clase, que aunque sean virtuales o presenciales, son la ventana que tienen nuestros alumnos a la realidad.
Es importante reconocer que nuestras aulas son, indudablemente, diversas. Desde condiciones y barreras de aprendizaje, hasta culturas diferentes que llegan con visiones muy distintas de la realidad, formas de vestir, de hablar, de comunicarse, opiniones y gustos diferentes, todo esto convive en nuestras aulas y puede implicar dificultades de convivencia entre los estudiantes, no porque en sí resulten barreras, sino porque muchas veces esas diferencias son vistas como “equivocaciones” o “defectos” a ojos de otras personas.
Crear un ambiente en el que todos estén conscientes de que ser diferente no es malo ayudará desde el inicio para que ningún alumno se sienta excluido y todos tengan la oportunidad de desarrollarse integralmente.
En ocasiones pensamos que la mejor forma de evitar ser excluido o de no atraer la atención de los demás es mezclarnos entre nuestros compañeros, para que nuestras diferencias no sean percibidas. Sin embargo este procedimiento tiene dos dificultades, la primera es que nos obliga a vivir la tensión de no demostrar quienes somos en realidad, de alejarnos de nuestros orígenes o de evitar actividades o acciones que nos relajan y nos hacen sentir bien por el hecho de que éstas no son lo que esperan de nosotros. Y la segunda es que rara vez, este disfraz es realmente efectivo, siempre hay algo que nos identifica.
Esta forma de abordar las cosas generalmente provoca que los niños y jóvenes sean inseguros, temerosos de ser vistos como realmente son, y llega a tener efectos nocivos en relación con sus culturas o con ciertas condiciones. Por ejemplo, las personas en el espectro autista regulan la información que reciben del ambiente a través de conductas repetitivas, pero para evitar ser señalados por esto se les pide que no lo hagan más. Esto es nocivo para ellos porque resulta en mucha tensión a lo largo del día y en crisis constantes. Una persona de origen étnico distinto, a menudo deja de usar su lengua materna para no ser señalado o discriminado, debido a ello cientos de lenguas están en peligro de extinción, aunque estas representan parte de la riqueza cultural de nuestro país.
Ninguno de los dos logrará eliminar sus diferencias y vivirán la tensión de ocultar estas partes de ellos para evitar la discriminación o la violencia. Estos ejemplos son solo algunos de los muchos con los que convivimos diariamente y en cierta medida todos hemos dejado pasar rasgos de nuestra personalidad para no destacar.
Otra aproximación a estas y muchas otras diferencias sería conocerlas, hablar abiertamente de ellas en clase y profundizar en su importancia, hablar con nuestros estudiantes de estas características los empoderar a ellos personalmente, haciéndolos sentir orgullosos de sí mismos, mientras que a los otros alumnos les permitirá explorar lo que en ocasiones causa curiosidad y extrañeza. Hacer exposiciones sobre temas personales puede ser la mejor forma de iniciar el debate, de crecer el horizonte de conocimiento y expectativas de nuestros alumnos y de ayudarlos a ver que realmente todos somos diferentes, siendo esta una de las fortalezas más importantes del ser humano.
Algo importante es que nosotros como adultos y como docentes también tenemos nuestros propios prejuicios e ideas respecto a la diversidad. Es normal, pues culturalmente nos hemos desarrollado en diferentes ámbitos que forman inadvertidamente nuestras opiniones, pero como maestros al frente de un aula es parte de nuestra responsabilidad evaluar esas posturas, cuestionar nuestras creencias y dar oportunidad a escuchar otras ideas, otras opiniones y otras formas de ver el mundo.
Por otro lado, hacernos plenamente conscientes de las ideas que forman nuestra opinión y de cómo nos aproximamos a estas es muy importante, pues quizá sin saberlo tendremos alguna actitud específica frente a ciertos alumnos. Siempre es necesario que hagamos una pausa y evaluemos por qué sentimos algo respecto a la conducta de nuestros alumnos, qué creencias tenemos asociadas a esto y busquemos información al respecto, para saber cómo actuar y evitar que nuestros prejuicios afecten cómo nos acercamos a los estudiantes.
¿Cuál es la diversidad que más has notado en tu aula? ¿Cómo abres la puerta a las diferencias desde tu salón de clases? ¡Comparte con nosotros todas tus estrategias y observaciones!