De acuerdo a nuestras profesiones, todos poseemos y adquirimos habilidades necesarias para desempañarlas. Sin embargo, a veces nos falta creatividad para sacarles partido en otros aspectos de nuestra vida, como lo es el terreno romántico.
El caso del docente no es la excepción; por el contrario: al ser una profesión que demanda el trabajo con grupos grandes de personas, socializar y agradar a los otros se vuelve fundamental, lo que puede resultar muy útil si sabemos aprovecharlo.
Estar al frente de un grupo siempre es complicado, no se diga si son chicos inquietos o poco interesados en tu clase, por lo que es vital proyectar una imagen fuerte y que genere confianza tanto en ellos como entre los padres y compañeros. Esta imagen también resulta muy encantadora si sabes aprovecharla a la hora de acercarte alguien.
Hablar por mucho tiempo lo puede hacer cualquiera, no así que te escuchen y entiendan lo que les dices. Si puedes lograrlo con grupos grandes, es seguro que podrás mantener un conversación cautivadora y entretenida por un buen rato.
Además, los conocimientos que has adquirido siempre te permitirán tener un tema de conversación llamativo, por no hablar de las anécdotas del día a día en tus actividades, perfectas para romper el hielo y divertir al otro.
Todos los días te ves forzado a encontrar nuevas maneras de enseñar y generar un impacto entre tus alumnos. Imagina si hicieras lo mismo a la hora de hacer planes con ese alguien especial, de hacerle algún detalle o encontrar maneras sorprenderlo y conquistarlo.
Con el tiempo, aprendes a detectar cuando alguno de tus alumnos tiene algún problema e incluso te das el tiempo de escucharlos y ayudarlos en lo posible. Esto es lo más importante en cualquier relación, pues generar un vínculo fuerte es posible si te interesas en comprender los sentimientos del otro.
El trabajo nos da experiencia en diversas áreas. Y a veces podemos aprovecharlas para nuestra vida diaria. ¿Qué habilidades te ha dado la docencia que también alimenten tu vida personal?