El caballero fue una figura muy importante en tiempos del feudalismo europeo. Eran hombres que tenían una característica muy especial: poseían un caballo y algunas armas. Debido a eso se acercaban a señores feudales que necesitaban protección del ataque de otros feudos y ofrecían su servicio, a cambio recibían algunos privilegios, no pagaban impuestos, por ejemplo. Con el tiempo se convirtieron en compañeros de los reyes, pero desarrollaron todo un ideal en torno a sus hazañas, además se convirtieron en héroes, conocidos por el pueblo gracias a los trovadores, que cantaban sus historias.
Poco a poco se formó una figura representativa del caballero perfecto, que luchaba por causas justas y defendían su honor a toda costa. La literatura recoge muchas historias inspiradas en estos personajes, El Cantar del Mio Cid, por ejemplo, recoge la historia de Rodrigo Díaz de Vivar y se considera el primer poema largo conocido en español.
Con los siglos, esta idea del caballero se dejó atrás y el término se utilizó con otros fines, especialmente en los temas amorosos, pero, la verdad es que, sin no hay caballo, no hay caballero.