Llevamos ya varias semanas en casa, lejos de las aulas y con mucha incertidumbre. Aunque un respiro nunca está de más y disfrutamos el tiempo en familia, en realidad los docentes extrañamos los salones de clase, a nuestros alumnos y los retos del día a día. Puede que no extrañemos demasiado levantarnos a las 5 a.m., pero si extrañamos llegar a la escuela y escuchar los buenos días.
¿Extrañas estas cosas o cuáles son las que más te hacen falta?
Nada como dar una explicación, ver la carita de concentración de todos tus estudiantes que hacen su mejor esfuerzo por poner atención y escucharte, tú mismo como docente ponerle muchas ganas para que las explicaciones sean claras. Terminas con unas gotas de sudor en la frente y una mano se levanta, esperas una duda difícil de responder, algún comentario interesante, pero tu alumno pregunta por qué los dinosaurios son tan grandes.
Aunque en los días más difíciles el bullicio en el patio de recreo puede ser un reto para el dolor de cabeza, en estos momentos una de las cosas que más extrañamos es escuchar a los niños reírse y verlos correr durante la hora del descanso o en la salida. Verlos divertirse y relajarse un poco sería agradable en este momento.
En todo el mundo no hay nada que extrañemos más que a nuestro mejor amigo docente, esa persona que hace nuestros días más llevaderos, a quién llegamos a contarle con lágrimas en los ojos el último momento difícil con los padres de familia y con quien nos divertimos contándole anécdotas de nuestro salón de clases.
Sí, todos los maestros hemos tenido esos momentos en el salón de clases, en los que después de muchas horas de esforzarnos por dejar claro algún tema o de batallar con algunos estudiantes que encuentran complicado ese tema en específico, de pronto sus caritas se iluminan, dejan de fruncir el ceño y se ríen o se emocionan porque han entendido ese tema tan complejo. Es una de las mejores sensaciones.
Sí, todos los maestros sabemos que nada emociona más a los alumnos que contar sus hazañas, desde cómo se lanzaron del trampolín más alto a la piscina el verano pasado, hasta cómo le enseñaron a su perrito a dar la pata. Esas historias son las que disfrutan los alumnos de contar y contar de nuevo y volver a contar. Nuestras favoritas.
¡Cuéntanos tú qué es lo que más extrañas del salón de clases y comparte con otros maestros esos momentos que hacen de tu carrera la más feliz!