El lenguaje es una de las ventajas evolutivas más importantes para nuestra especie, pues basta observar a otras especies para darnos cuenta de que nuestro lenguaje es muy distinto al de los perros, los gatos o cualquier otro animal. Sin embargo, también basta observarlos para darnos cuenta de que, aunque no posean un lenguaje como el nuestro, los animales se comunican entre ellos, por medio de sonidos, movimientos, olores, colores y cambios en su conducta.
Hay algunas razones que los lingüistas han identificado en nuestras lenguas por las que nuestra forma de hablar se diferencia de la de otras especies. Por ejemplo, las abejas poseen un lenguaje muy complejo, por medio de su vuelo pueden indicar a sus compañeras si encontraron una fuente de polen, la distancia a la que está y la dirección en la que se encuentra, mensajes muy complicados y bien estructurados, pero hay algo que ellas no pueden hacer que el humano si: mentir. Una abeja no podrá comunicar ese mensaje a menos de que haya visto una fuente de polen y eso pasa con todos los animales, no pueden transmitir un mensaje que no tenga un referente en el mundo real. Pueden llegar a fingir si descubren que con ese gesto obtienen algo, pero no crear mensajes con base en referentes de otros momentos, a esto, los lingüistas lo llaman prevaricación. En cambio, el ser humano, puede construir mensajes diversos y complejos sin que estén presentes en el momento en que se crean, ni que tengan un referente concreto real.
A primera vista, se podría decir que eso es malo, porque nos permite mentir y por ende hacer daño a los otros, sin embargo, es esa capacidad la que nos permite ser creativos, imaginar y crear obras artísticas y científicas, pues podemos imaginar y transmitir mensajes que no tienen un referente en la realidad y por tanto, crear teorías, novelas, ciencia, arte, etc.