¿Cuántas veces hemos tenido que dar explicaciones para no recibir un regaño? Seguro que te ha pasado más de una vez. Un ejemplo de ello es el uso del famoso “pero”, una preposición que nos sirve para introducir una idea que se opone a otra, aunque no de manera directa, sino como una aclaración. Un ejemplo de ello sería el siguiente diálogo:
- ¡Lo pintaste todo mal, Adrián!.
- Bueno, pero lo hice en el tiempo que me pediste.
Otra forma en que podemos expresar este tipo de ideas es con el uso de las frases “sin embargo”, “no obstante”, “a pesar de lo anterior”, entre otras más. Estas atienden más a matizaciones de una idea principal, como podemos verlo en los siguientes ejemplos:
“Llegaron todos los niños al examen; sin embargo, la mitad lo reprobaron”
“Todos los pasajeros perdieron el vuelo; no obstante, una hora después pudieron salir a su destino más de la mitad”.