Por: Luis Humberto Siordia
Quién mejor para crear las condiciones sociales que permitan arraigar la identidad nacional con equidad de género que las maestras y maestros del sistema educativo nacional. Disertar sobre la identidad nacional es proyectar las características que nos unen como mexicanos, símbolos nacionales que aglutinan a la sociedad desde sus diferencias, pero que a la postre nos unifican: la mexicanidad, la multiculturalidad, el folclore, los alimentos y bebidas típicas de cada región que nos hace sentir el espíritu mexicano, sin olvidar, claro está, nuestra música y deporte nacional (el mariachi y la charrería).
La identidad nacional se lleva en la sangre y en las entrañas más profundas de nuestro ser mexicano. Ese sentimiento indescriptible de inclusión en las tradiciones heredadas de nuestros antepasados, los mexicas y su proceso de mestizaje con las razas europeas a lo largo de más de 500 años.
Quizá la mejor forma de describirla es a través de la narrativa de aquellos connacionales que por azares del destino realizan un viaje al extranjero y se encuentran en el camino algún símbolo patrio como la bandera tricolor o las notas del himno nacional, allende las fronteras, que los hace sentir como el pavo real con su plumaje extendido: grande, esplendoroso y orgulloso de su ser. De inmediato le hace recordar al terruño y aquello que dejó atrás: su gente, su cultura, su geografía llena de distintos paisajes incomparables y envidiados por los ciudadanos de otras latitudes.
La identidad nacional es aquello que nos permite sentirnos parte de una nación, sin importar si proviene de Tijuana o Chetumal, Matamoros o Tapachula, más allá de un documento formal, es el sentimiento que nos permite sentirnos parte de una familia que comparte su cultura. Se construye cotidianamente, es inacabable, nos diferencia de otros pueblos que envidian nuestras tradiciones y para muestra un botón: el festejo de Día de Muertos, mediante el cual recordamos y honramos a nuestros seres queridos que se adelantaron, se les refrenda el respeto y admiración que les guardamos.
En su devenir histórico los profesionales de la educación se esfuerzan día a día para fomentar los valores que identifican a la nación mexicana, al señalar los aciertos y errores de las distintas etapas de la vida nacional, desde la época prehispánica, la conquista, la colonia, la insurgencia independentista, la Revolución hasta la modernidad. Es su tarea interminable mantener vivo ese sentimiento, que logre sacar adelante a la sociedad en su conjunto, del odio y beneficio propio que sólo perjudica al país. México es más grande que sus problemas y, sin lugar a dudas, su mayor riqueza, aparte de su gente, es su identidad nacional.
*Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la posición de Sala de Maestros.