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Por: Claudia Soto

No teníamos idea de lo que se avecinaba. El caos mundial era todavía una fantasía lejana de algún cuento de ficción. Nadie sabía que el hastío le ganaría espacio a la razón allá en los países donde los padres exigieron que las escuelas se reabrieran a principios del 2020; nadie pensó que los servicios de salud se vieran superados por la impaciencia de la población. El temor duró unas cuantas semanas y las medidas relajadas han prolongado la posibilidad de que la pandemia calme su ira y los docentes vuelvan a sus centros de trabajo a hacer lo que mejor saben: enseñar.

Aquello que había iniciado en Europa y Asia a finales del 2019 nos alcanzó más rápido de lo pensado. Estábamos acostumbrados al sistema y los procesos de una educación presencial, al uno a uno en las aulas. Durante estos meses, he aprendido que más que contenidos y temas académicos, la escuela sirve para mantener la unidad de la sociedad. El contacto con los estudiantes ha sido difícil, escuchar sus historias podrían provocarle pesadillas a quien las escuchara: pérdida de trabajo, inestabilidad económica, muerte de seres queridos, estrés y violencia intrafamiliar.

Sin duda, lo más importante para mantener el ánimo, la comunicación y el trabajo a distancia ha sido el desarrollo de la empatía. Ese acercamiento con los padres de familia fue la clave para aprender de sus problemas y entender el porqué de las ausencias o la falta de comunicación, la omisión de trabajos o tareas, entre muchas otras situaciones que se van develando conforme los días transcurren y el distanciamiento social se prolonga.

Uno de los cambios más significativos en el quehacer docente fue la forma de planear las clases, la organización del trabajo desde la casa, la búsqueda de actividades familiares y recreativas que le sirvieran al estudiante como soporte emocional. Durante estos meses he buscado la manera de trabajar en línea, enviar trabajos de apoyo a las transmisiones de Aprende en Casa, disminuir el estrés por tareas con ejercicios sencillos y útiles que puedan realizar sin ayuda de sus padres. La realidad muestra que los padres de familia tienen que trabajar y los estudiantes necesitan resolver su situación académica solos, en la mayoría de los casos.

La transformación del quehacer profesional avanza poco a poco, con pequeños guiños de incursión en el uso de las tecnologías e implementación de estrategias que la educación a distancia en el nivel educativo medio y superior han dejado como constancia de su efectividad y resultados positivos. En el futuro, el trabajo docente consistirá en la construcción de hábitos para un aprendizaje autónomo e independiente; la implementación de TIC es indispensable en el día a día. Los docentes pueden tomar todos los cursos que se impartan, tienen la voluntad, el deseo de progreso y la responsabilidad moral de hacerlo. Sin embargo, ¿de qué sirve si la sociedad no se prepara? En los meses venideros, lo más importante será capacitar a los padres de familia y alumnos para la utilización de herramientas digitales, es cuando la práctica docente podrá renovarse.

Trabajo en la Región Laguna de Durango. El contexto en el que me desempeño tiene pocos recursos para una educación en línea o a distancia, no hay internet en todos los hogares, algunos padres de familia cuentan con un solo teléfono inteligente y lo necesitan para hacer su trabajo. Por ello, en el mes de agosto implementé un cuadernillo de actividades diseñado para el contexto y las necesidades de los estudiantes a mi cargo, pero después, cuando se terminó el periodo de diagnóstico, decidí basar el avance en los programas de Aprende en Casa II, por el alcance y accesibilidad que tienen. El WhatsApp ha sido un aliado ineludible, la comunicación es constante y la disposición no puede faltar a la hora que el padre de familia llega del trabajo y tiene dudas para apoyar en la medida de lo posible a su hijo en casa.

Las estrategias van cambiando conforme se conoce cada situación individual de cada estudiante. Mientras a algunos les parece sencillo seguir los retos de la televisión, otros decidieron trabajar con los libros de texto y entonces modifiqué la práctica. La televisión, videos a través de Whatsapp, Facebook o Youtube (para quienes tienen internet), trabajo con algunas páginas del libro de texto, ejercicios de redacción en las libretas, actividades lúdicas y de convivencia familiar —desde ver una película hasta armar un rompecabezas— han contribuido a que su educación se fortalezca, se adapten a la educación a distancia y edifiquen el aprendizaje desde casa.

No descuidar a mi familia ha sido todo un reto, el estrés me ha superado varias veces, por suerte, cuento con el apoyo de mi esposo y mis hijos. Mantener la mente ocupada a través de la lectura y la escritura me ha servido mucho como terapia contra el confinamiento, pero creo que lo más relevante ha sido mantener ciertas actividades recreativas como los videojuegos en pareja y con los hijos, las videollamadas con las amigas, cuidar las plantas, me ha servido mucho. Tengo tres hijos y dos de ellos son pequeños todavía, requieren mucha atención. Cuidar la salud de mis seres queridos ha sido una prioridad. A veces descuido la entrega de tareas o se me pasa la hora de hacer el desayuno por atender el trabajo, por ello he necesitado poner límites en la casa para la realización de tareas domésticas y el apoyo de la pareja es el secreto para mantener la estabilidad laboral, familiar y emocional. Todo se trata de establecer nuevas rutinas de convivencia y cumplir con las responsabilidades individuales.

Claudia Soto es maestra de primaria, licenciada en la Universidad Pedagógica de Durango, Unidad Gómez Palacio. Es una apasionada de la docencia y entusiasta promotora de lectura. Trabajó como encargada del Taller de Lectura y Escritura de la Bilbioteca Escolar por cuatro años. Es escritora independiente y colabora con revistas regionales y en línea. Actualmente, tiene publicado un libro en Amazon.

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