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Por: Martha Olaya Hernández
Nunca imaginé que aquel puente de marzo 2020 se convertiría en toda una revolución que cambiaría la forma de vida en todo el mundo.
Hoy más que nunca valoramos el poder de un apretón de manos, la alegría de recibir o dar un abrazo y extrañamos la sensación de un beso, pero aún más, anhelo estar frente a mi salón de clases escuchando las risas de mis alumnos o bien las quejas de alguno que no le entiende al álgebra. Sin embargo, esta experiencia durante la pandemia ha sido un reto.
Experimentar, trabajar a distancia en un lugar con comunidades aledañas en donde casi el 30% de mis alumnos no cuentan con una computadora y mucho menos internet se convirtió en todo un reto. Pero verlos conectados, aunque sea una vez al mes, cuando su salón de clases a veces es debajo de un árbol, como lo hacía Celia, mi alumna, me devuelve la esperanza en que la educación puede cambiar el futuro de nuestros jóvenes y, a mí, de seguir creciendo como maestra, que este trabajo va más allá de solo ser un instrumento educativo.
Aprender a manejar distintas plataformas en línea se convirtió en un reto bien afrontado por cada uno de los maestros. Admiro la forma en que cada uno se adaptó al contexto virtual, aunque al principio, como todo cambio, fue difícil aceptar esta nueva modalidad. Mis reuniones con la academia escolar se trasladaron a estar frente a una pantalla, debatiendo durante horas nuestro plan de trabajo e ideando estrategias factibles para poder contactar a nuestros alumnos, con la finalidad de entregarles uno de los derechos como mexicanos: la educación.
Al pasar de los días, semanas y meses fuimos siendo testigos de las pérdidas en nuestro plantel escolar, de compañeros que hoy ya no están presentes y de los familiares de nuestra comunidad docente, en donde hoy los recordamos con una sonrisa, mirando al cielo.
Al salir a las calles, puedo notar que varios negocios ya no están dando servicio. Hoy en día las farmacias se multiplicaron como los Oxxo, las tiendas en sus entradas tienen termómetros y gel antibacterial y las escuelas están cerradas, muchas de ellas con un moño negro al frente, recordando a aquellos docentes que perdieron la batalla en esta pandemia. Las redes sociales se volvieron el pan de cada día, hacer tutoriales para Youtube se volvió un hobbie, mientras que en las tardes suena en la radio local el “Aprende en casa”.
Esta pandemia cambió la forma de ver la vida, de renovar los hábitos alimenticios. Nos ha enseñado que hacer ejercicio en casa sí se puede y que tal vez nos hacía falta un respiro a nuestra vida tan ajetreada para volver a convivir con la familia y saber que, a pesar de todo, estamos juntos para afrontar cualquier obstáculo.
A casi un año de haber entrado en confinamiento, ya se puede ver una luz al final del túnel: la vacuna llegó a México. Estoy segura de que toda esta experiencia acabará pronto y quedará plasmada en un capítulo de Historia Universal, sobrevivido por muchos.
Martha Olaya Hernández García es Contador Público por profesión y maestra por vocación. Actualmente estudia la Maestría en Educación para ser una mejor docente y ampliar su visión educativa, Gracias a proyectos de investigación educativa ha tenido la oportunidad de participar en diversos congresos y ponencias, aunque, para ella, la finalidad de estos estudios es impartir un mejor servicio educacional a sus alumnos y conocer las necesidades de la comunidad estudiantil.
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