En general, mantener una ambiente lleno de armonía es importante, especialmente en las escuelas, pero a veces esta visión nos orilla a pensar que significa evitar el desacuerdo por completo, por lo que las discusiones, normales en muchos aspectos, se convierten en algo que se busca evitar a toda costa y que se censura. Pedimos a los implicados en una pelea que eviten esto, incluso cuando un adolescente empieza a estar en desacuerdo con sus padres o con sus docentes se busca que sean más obedientes. Sin embargo, el desacuerdo y la posibilidad de conocer otros puntos de vista es fundamental en el desarrollo social.
La realidad es que es imposible que absolutamente todos, en todo momento estemos de acuerdo, por el contrario, es normal que nuestras opiniones difieran de las de otras personas, pero el ser capaces de escucharlas y analizarlas nos ayudará a nosotros a tener una visión más amplia de las cosas, conociendo la perspectiva de los demás, con la posibilidad de ver las cosas desde varios ángulos y con un horizonte mucho más amplio. El desacuerdo es lo que hace diverso al mundo y da la posibilidad de investigar y analizar las situaciones.
Es normal vernos rodeados por personas que piensan de manera similar a nosotros, pues tenemos afinidad entre los amigos y la comunidad, pero es importante no olvidar nunca que lejos de nuestro entorno familiar hay otras formas de ver y entender el mundo.
Hay dos claves importantes para lograr que los desacuerdos sean realmente provechosos, el respeto y la empatía. El respeto para todos nosotros es muy importante, implica reconocer al otro, escucharlo y dirigirnos a los demás con cordialidad, evitando las ofensas y perder el control de nuestros propios ánimos, pues es normal que durante un desacuerdo surjan algunas emociones.
La segunda clave de este asunto es la empatía, el reconocer al otro como semejante a nosotros, aunque diferente, con sus propias emociones, ideas y sentimientos, que atraviesa por sí mismo situaciones difíciles o momentos de éxito. Si nosotros somos capaces de reconocer al otro como alguien con sentimientos tan complejos como los nuestros, lo trataremos con el cuidado y el respeto que tendríamos hacia nosotros mismos.
Con estas dos claves en mente siempre podremos afrontar y reconocer al otro, nos comunicaremos mejor y podremos trabajar con ellos.
Aunque una parte de nuestro trabajo sea mantener a los alumnos en un ambiente de cordialidad, no significa nunca que por ello tengamos que obligar a los alumnos a callar sus opiniones o sus sentimientos, por el contrario, está en nosotros que ellos aprendan que es posible estar en desacuerdo con otras personas y que esto no debe nunca implicar violencia, ni un estrés innecesario. Abrir debates en el salón de clases en los que los alumnos sean capaces de formular argumentos, estructurar sus participaciones, así como estar abiertos a puntos de vista que no se parecen a los suyos y a escuchar al otro será la mejor manera de estimular en ellos la capacidad de estar en desacuerdo con sus compañeros, pero al mismo tiempo, compartir con ellos estos puntos de vista.
Algo que debemos tomar en cuenta cuando somos docentes es que en muchas ocasiones nuestros puntos de vista personales no serán los mismo que los de los alumnos y aunque no necesariamente tendremos conversaciones personales en el aula, estas diferencias si pueden afectar la forma en la que nos relacionamos con ellos, cómo ejecutamos nuestra autoridad y cómo los vemos. Pero así como podemos estimular en ellos el desacuerdo amable, también nosotros tenemos que trabajar con nuestros prejuicios y creencias, nuestra empatía y escucha activa, así lograremos atravesar los desacuerdos y estar para ellos cuando más lo necesitan.
¿En tu aula se han dado desacuerdos complejos? ¿Cómo has manejado con ellos la posibilidad de comunicarse mejor y llegar a expresar su opinión? ¡Comparte con nosotros tus experiencias!