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La educación es muy importante, es uno de los aspectos que más preocupan a la sociedad. Pero el contexto en el que nos hemos visto envueltos este 2020 ha convertido la escuela en algo muy desafiante, especialmente para estudiantes en ambientes complejos o que no cuentan con las herramientas necesarias para mantenerse al día. Sin embargo, y a pesar de las dificultades, como docentes podemos ayudar a que sean los estudiantes quienes adopten una mentalidad optimista, aunque realista, de todos los desafíos que enfrentan ahora y que enfrentarán en el futuro.
¿Cómo podemos añadir un optimismo realista en nuestras clases y qué efectos podría tener en nuestros alumnos?
Ser optimista no se relaciona con una falsa positividad, que puede resultar contraproducente, sino con fijar una mentalidad de crecimiento, una que pudiera ayudar a enfrentar la adversidad y motivar a los alumnos a continuar sus estudios a pesar de las dificultades. Un optimismo realista se trata de tener confianza en uno mismo, de la seguridad de que podremos enfrentar los retos y de confiar en que los resultados obtenidos serán satisfactorios, aunque no sean perfectos.
Esto no es nada sencillo, en general estamos acostumbrados a ver el error y el fracaso como aspectos muy negativos de la vida diaria y que además son definitorios, si hemos fracasado no hay vuelta atrás. Esta visión no ayuda a construir, por el contrario, tiende a convertir los eventos desagradables, pero pasajeros en algo difícil de superar, cuando, en realidad, un fracaso o un error suelen ser eventos de los que aprendemos mucho y a partir de los cuales crecemos.
Por ello, lo mejor que podemos hacer es comenzar a sembrar una visión de crecimiento, que en nuestra clase los errores no sean más que la oportunidad de conocer en dónde necesitamos apoyo. Haz de las evaluaciones momentos para descubrir esto y no momentos de terror en los que aparecerán nuestras fallas.
Premia a tus alumnos por el esfuerzo, no necesariamente por las buenas calificaciones, sino por el trabajo que ponen para superar las dificultades, para algunos un seis en matemáticas podría significar el resultado de mucho esfuerzo con ciertas operaciones, para otros sería el diez, lo importante es qué tanto trabajan para llegar a cumplir sus propios objetivos, que no necesariamente son los objetivos de sus compañeros.
Algunas metodologías pueden servirnos para reforzar un optimismo realista, con el Aprendizaje Basado en Proyectos, la gamificación o el Design Thinking podemos enfrentar a nuestros alumnos a problemas complejos en un ambiente controlado, en donde trabajarán por encontrar una solución, con el apoyo de un equipo y en el que utilizarán las habilidades de las que disponen de forma transversal. Esto sin duda sirve, además de para aprender y obtener nuevos conocimientos, para empoderar a los estudiantes, hacerles ver que son capaces de crear soluciones, de compartir sus opiniones y de solidificar sus ideas, mientras resuelven problemas complejos.
En general, hacerles ver a los estudiantes que el camino para solucionar problemas está en dar pequeños pasos les será útil para su vida diaria, no solamente para la escuela.
Esto se liga a otro problema en la educación y en general en muchos momentos de nuestra vida, el sentirnos impotentes de tomar nuestras propias decisiones o de tomar el control en situaciones que no dependen de nosotros. Pero algo que sí podemos aprender es que aún en una situación que sale de nuestro control, somos nosotros quienes decidimos cómo la enfrentamos. Lo mismo ocurre en educación, justo ahora no podemos controlar el regreso a clases presenciales, ni la forma en la que se está llevando a cabo el ciclo escolar, pero podemos tomar pequeñas decisiones que harán del proceso más llevadero o más difícil. Asumir el poder sobre nuestras rutinas, sobre los métodos de estudios, sobre la realización de tareas. Como docentes podemos transmitir esto a nuestros alumnos, les podemos dar herramientas para que sean ellos quienes decidan su modo de estudiar o de abordar un problema.
Algo que a veces resta agencia en una situación es sentir que no confían en nosotros, especialmente cuando somos jóvenes sabemos que la gente a nuestro alrededor toma decisiones por nosotros todo el tiempo y el poco espacio que tenemos para nosotros mismos muchas veces es cuestionado, evaluado y observado. Por ello necesitamos crear espacios de confianza para los alumnos, en donde se les permita tomar decisiones y sientan que realmente tenemos la confianza con ellos para hacerlo. Ejercicios de autoevaluación, tareas en las que sean ellos quienes decidan cómo trabajar, la posibilidad de apoyar a la comunidad con pequeñas tareas, todo esto fortalecerá la confianza de los alumnos y no requieren de grandes cambios. Dales a los alumnos la responsabilidad de tomar lista, de repartir las tareas, de recoger los trabajos de hacer llegar mensajes a sus compañeros, todo esto sirve para sentir que la confianza aumenta. Rota esta tarea entre tus estudiantes, no dejes que sean solo unos cuantos los encargados.
Pequeños cambios en nuestra visión de las cosas pueden hacer grandes diferencias y sembrar un optimismo en los alumnos les hará ver las cosas de forma distinta. ¿Tienes alguna estrategia para ayudar a tus estudiantes a esto? ¡Comparte con nosotros!