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Como docentes sabemos que el aprendizaje es un camino lleno de errores, solo a través de las equivocaciones es que entendemos cuáles son los aciertos y las soluciones correctas para todo tipo de problemas, pero diferentes factores dentro de la educación hacen que el hecho de cometer errores se convierta en el peor miedo de nuestros estudiantes. En el salón de clases, sin embargo, podemos crear un ambiente donde esto no sea algo para lamentar, si no la forma correcta de aprender.
Como lo señala Yokui Terata, en su artículo para Edutopia, esto no es solamente una cuestión de opiniones, la investigación científica ha demostrado cómo nuestro cerebro aprende mejor cuando nos equivocamos, pero también se ha visto que el miedo al fracaso es algo profundamente arraigado en el cerebro de los estudiantes y que puede implicar dificultades.
En este artículo, Terata señala que un estudio de 2018 ha encontrado la forma en que nuestros cerebros se activan cuando nos equivocamos. Una serie de reacciones neuronales se encienden incluso antes de ser conscientes de haber cometido un error, pues las llamadas “neuronas del error” obligan a las “neuronas del conflicto” a resolver las inconsistencias en la situación presente, lo cual genera un aprendizaje profundo. Además se ha demostrado que estas neuronas llevan un archivo de los errores que hemos cometido en el pasado, por lo que se activan cuando estamos en una situación similar para prevenir que se repita una mala decisión.
A diferencia de esto, cuando resolvemos algo correctamente, especialmente un problema relativamente sencillo, la memoria que nos queda de esto es un tanto superficial. En cambio, al enfrentar un desafío el cerebro se obliga a evaluar distintas opciones, repasar procesos y crear soluciones.
A pesar de que nuestros cerebros tienen una importante capacidad de aprendizaje a través del error, el problema está en que a lo largo de nuestra vida y especialmente en la escuela, asociamos las equivocaciones a la vergüenza, al escrutinio público, al aspecto negativo del fracaso y, por lo tanto, a una imagen pobre de nosotros mismos. Estamos acostumbrados a que el error implique un castigo, por ello es que mientras el cerebro puede detectar cuando estamos frente a una situación en la que antes nos equivocamos, el nodo emocional asociado a esto nos previene y nos obliga a retroceder, a no intentar de nuevo, porque lo único que obtendrá es una retroalimentación negativa. Con lo que acabamos con pensamientos como “no soy bueno para las matemáticas”, “no se me da la gramática”, situaciones que derivan en graves problemas a futuro, como inseguridad, baja autoestima, miedo al fracaso,bajo rendimiento académico, etc.
Como docentes tenemos el poder de cambiar estas asociaciones en los estudiantes, al crear un aula que sea amigable con el fracaso, que enseñe a los estudiantes que equivocarse no es algo malo, sino incluso algo deseable, en donde puedan experimentar y equivocarse y que el resultado de esto no sea más que el inicio del aprendizaje. En primer lugar debemos cambiar los pensamientos que responden al error, por ejemplo, en lugar de decir “me equivoqué porque no soy bueno para las matemáticas”, buscar respuestas como “me equivoqué porque estoy aprendiendo”. Este tipo de discursos los podemos trabajar en el aula y ayudar a los estudiantes a cambiar sus propios pensamientos por una respuesta más positiva.
También es necesario que los alumnos sean capaces de exponerse a situaciones nuevas, sin el temor de equivocarse, de sufrir vergüenza o de tomar malas decisiones, porque lo harán de todas formas y al limitarse para no correr riesgos se perderán valiosas experiencias de las que su cerebro podría aprender mucho más, por ello en la escuela es importante que incentivemos su curiosidad, la búsqueda de sus pasiones e intereses y la experimentación de cosas nuevas.
Como docentes podemos exponer a nuestros alumnos a nuevas experiencias a través de recursos novedosos, como el Aprendizaje Basado en Proyectos que implica mucha experimentación y trabajo en equipo, pero también en situaciones extraordinarias, animarlos a correr ciertos riesgos como participar en convocatorias o inscribirse en concursos o excursiones pueden ser buenas maneras de tener experiencias distintas.
¿Cómo es visto el error en tus clases? ¿Animas a tus alumnos a equivocarse? ¡Comparte con nosotros tus experiencias!