Estamos en una época compleja, llena de pendientes, luces brillantes y algunas presiones económicas que se complementan con buenos deseos y agradables reencuentros. Las fiestas decembrinas no siempre son fáciles, pero se trata de una época especialmente emocional, con muchas oportunidades para nuestro crecimiento.
El fin de año se acerca y es inevitable que nos ponga a reflexionar, ya que se trata del cierre de un ciclo importante. Quizá es momento de poner en una balanza los momentos difíciles y las grandes alegrías. De hecho, antes de cerrar los cajones, guardar los libros de texto y lanzarnos por el tobogán de las fiestas, tomarnos un pequeño momento para reflexionar puede ser justo lo que necesitamos para iniciar el siguiente año preparados y con fuerza, no solo en el trabajo, también en la vida personal.
Un ciclo está por terminar y la mejor manera de estar preparados para el ciclo que pronto iniciará no hay como mirar hacia atrás y pensar sobre las cosas que hicimos bien, así como aquellas en las podemos mejorar. No se trata de aprehensividad, ni de ansiedad, a veces, al no dejar ir ciertas cosas las convertimos en una pesada carga. Se trata de observar a la distancia esas cosas que implicaron retos o incluso grandes alegrías.
Si logras identificar cuáles fueron los momentos más difíciles, así como los momentos divertidos y alegres podrás observar qué ocurría alrededor de ellos. Te servirá para identificar las oportunidades de crecimiento, los factores que te hicieron feliz e incluso aquellos que te causaron estrés constante, al reconocer esto tendrás la oportunidad de prepararte mejor para esas circunstancias, tratar de tomar con calma los problemas pasajeros y disfrutar mucho más los mejores momentos.
Para la escuela puedes incluso crear un mapa de tu año, identifica cuáles fueron las temporadas más difíciles, donde tus alumnos estaban inquietos o te costaba trabajo concentrarte, así como las mejores situaciones, con esto podrás conocer a que se debían los altibajos. Haz una línea del tiempo, quizá te des cuenta de que el clima, los cambios de estación, los cambios en el salón de clases o los temas que vieron en esas temporadas fueron factores importantes.
¿Y esto para qué sirve? No se trata solo de quitarte el tiempo o de hacerte volver sobre los tragos amargos del año. Se trata de conocerte mejor, de hacer un mapa de tus propias emociones y reacciones, de darte la oportunidad de analizarlas y de evaluarlas bajo una lupa objetiva, si logras identificar cuáles fueron los factores de cambio podrás construir resiliencia.
La resiliencia es la capacidad que tenemos de sobreponernos a las dificultades y afrontar los problemas, no se trata de que no te afecten, sino de actuar ante ellos y verlos de la mejor manera posible. Y una ruta para llegar a construir resiliencia está en el autoconocimiento, en la capacidad de vernos sin juzgarnos y de mejorar cada vez que nos enfrentamos a algo nuevo.
Así que no pierdas esta posibilidad que el fin de año nos presenta. Crea un espacio para ti y para reflexionar sobre todo lo ocurrido a lo largo de doce meses y date la oportunidad de llegar al siguiente enero fortalecido.
¿Haces algún tipo de reflexión antes de terminar el año?