¡Qué gran experiencia es ser maestro! En serio, nos encanta estar presentes en el desarrollo de los alumnos, ver sus caritas al aprender y verlos crecer conforme pasan los años, nos da energía y es algo que nos encanta. Pero esta vida tiene sus dificultades y esta profesión no es todo azúcar, mucho menos si se atraviesa una pandemia en medio y nos obliga a dar clases a distancia. Eso no nos gusta tanto.
Después de más de un año de esta situación, la llegada de las vacunas nos ha dado esperanza y poco a poco vemos la luz al final del túnel. Ahora nos llevamos nuevsa experiencias y sin duda cambiará nuestra forma de dar clases, pero algunas otras cosas solo, quisiéramos sacarlas de nuestra memoria para siempre. ¿Reconoces alguna de estas experiencias?
Está bien, este tipo de momentos tal vez no queramos olvidarlos del todo, pero es que en algún momento la pasarela de mascotas se volvió insostenible tres veces a la semana. Veíamos demasiado poco a los alumnos como para competir con la ternura de sus perros, gatos, iguanas, tortugas y peces que más de una vez han disfrutado del protagonismo en nuestra clase. Sí, son tiernos, nuestro propio gato o perro lo hizo alguna vez, se robó las miradas y el corazón de todos, pero media hora es demasiada inversión una vez que ya los presentaron.
No presionar a los alumnos para encender las cámaras es una buena práctica, ellos se sienten seguros y tranquilos. Claro que el docente se siente inseguro, expuesto e ignorado al mismo tiempo, porque si hay algo que no disfrutamos es hablar por horas sin saber si nuestros estudiantes están escuchando, si siguen ahí siquiera. Hablarle a los cuadritos vacíos es algo que no queremos repetir, gracias.
Y así como no nos gusta hablarle al vacío, tampoco nos encantó la experiencia de invocar a los ausentes. “Fulanito, ¿estás ahí? ¿me escuchas, Fulanito? Si me escuchas dame una señal.” En serio, eran clases no sesiones de espiritismo. Lo peor es que la inestabilidad del internet y los cuadritos vacíos o congelados son mucho más comunes de lo que nos gustaría, así no se puede dar clase de forma fluida.
Es normal que durante las clases tengamos de vez en cuando un supervisor o al director para observar nuestra clase. Sí, es una experiencia aterradora, pero bueno, es parte del trabajo. El problema es repetir eso los siete días a la semana, multiplicado por más de la mitad de los alumnos, porque cada vez que abríamos una sesión podíamos ver detrás de los alumnos a los padres, analizando cada detalle. Este tipo de supervisión es sencillamente demasiado, para colmo, nunca falta ese padre de familia que tiene la necesidad de contarle a nuestro director cómo el perro del vecino interrumpió cada diez minutos la sesión.
O peor, la cámara encendida. Ya somos expertos en el control de micrófonos y cámaras, tanto nuestros como de los alumnos, al menos cerrar sus micros o pedirles que hablen, pero nadie siente tanto temor a los micrófonos abiertos como un docente. ¿Cuántas veces comprobaste que dejabas el micro cerrado en lo que ibas por agua? ¿Volteaste la cámara de tu computadora aunque sabías que estaba cerrada porque necesitabas levantarte por algo? Sin duda dar clases desde casa es una invasión enorme a nuestra vida privada. Solo de pensar que pudo haberse escuchado esa conversación con nuestros propios hijos o pareja nos causa sudor frío.
Bien es momento de participar. “A ver, Fulanito, responde esta pregunta” “Sí, claro. ¡Ma! ¿Cuál me dijiste que era?”. Ok, un siete por el esfuerzo, para la mamá, claro. Sabemos que hasta cierto punto es inevitable, dadas las circunstancias, que los papás quieran apoyar a sus hijos, pero en un ejercicio tan descarado a los docentes nos podría causar por lo menos una dislocación de mandíbula de la tensión acumulada. No hagan eso, papás.
Y no hay nada más frustrante que llegar al día de calificación y descubrir que nuestra bandeja o carpeta donde los alumnos deben subir sus tareas está vacía. Aunque las instrucciones sean claras, aunque al final de clase nadie haga preguntas, las tareas no llegan. Esto sí es frustrante porque más allá de una calificación está el no saber si han aprendido. ¡Entreguen tareas!
¿Cuál fue tu experiencia más compleja en esta temporada? ¿Qué te gustaría llevarte al aula? ¡Comparte con nosotros esas experiencias!