Si eres un maestro que apenas se integra a las aulas o lo hiciste hace pocos años seguramente sueles observar las cosas desde una perspectiva distinta, además estás abierto a aprender y escuchar a los demás, así que, en conjunto, tienes muchas ventajas. Hay mucho que puedes hacer para hacer de tus primeros años una base sólida para tu crecimiento y el de tus alumnos.
Lo malo es que te enfrentas a algo que te meterá de lleno en un mundo nuevo, la presión de tener tantos alumnos para ti solo y el cumplimiento de la parte adminstrativa, sumado al cambio que tal vez estás por vivir resultan en una situación, muy estresante.
¡Pero no te preocupes! Por eso te dejamos algunos consejos para que no sucumbas ante el estrés y comiences (o continúes) tu carrera con el pie derecho.
Escribe tu experiencia
Escribir es una herramienta muy útil en muchos ámbitos de nuestra vida, nos ayuda a reflexionar sobre nuestra acciones y pensamientos, pone sobre papel y hace concretas esas ideas que a veces dejamos pasar; en la escuela, dedicarle unos minutos del día a escribir tus impresiones diarias te ayudará a observar las cosas con mayor detalle y objetividad.
Crea un blog, lleva un diario o lo que tú prefieras, dedicarle unos diez minutos diarios al final del día para expresar tus emociones e impresiones podría cambiarlo todo.
Haz un diario de cosas que desees mejorar
Tus clases son también laboratorios de experimentación, poco a poco aprenderás qué recursos te son más útiles y cuáles no tanto. Por eso, llevar un diario de cosas que te gustaría mejorar es una buena manera de no olvidar. Si alguna dinámica pudo ir mejor o alguna clase no fue tan exitosa, analízala y escribe qué te gustaría implementar después. Esto te ayudará a ver las oportunidades y evitará que te sientas decepcionado cuando algo sale mal, pues podrás concentrarte en mejorarlo y no en si hubo un error.
Escucha a tus mayores
Algo muy importante es que aprendas de los mayores, cuando tengas oportunidad asiste a sus clases para observarlos y escucha sus consejos, no deseches sus ideas, la experiencia avala lo que cuentan. Mantente abierto a la posibilidad de aprender de ellos, tienen mucho que aportar. ¡No hay mejor voz que la de la experiencia!
No dejes de aprender
No olvides nunca cómo se sienten tus alumnos, solo así sabrás cómo ayudarlos y podrás observar las cosas desde su perspectiva. Acércate a alguna clase que te interese, aunque no se relacionen con tu vida como maestro. Aprender a tocar un instrumento, un nuevo idioma o algún deporte que no conozcas te dará la perspectiva que necesitas tener en mente para trabajar con tus alumnos.
Haz espacio para la discusión
Abre, en tu salón de clases, un espacio para que tus alumnos y tú hablen de lo que va bien y de lo que no tanto, no solamente en tu materia, también en su día a día. Eso los hará sentir escuchados, hará la discusión más amable y abrirá conversaciones que servirán de retroalimentación, presta atención a lo que dicen y transforma sus opiniones en oportunidades.
Cuídate
Cuidarte a ti mismo es básico en cualquier trabajo, necesitas darte un tiempo para recuperar el aliento, relajarte y disfrutar, así que no olvides darte sesiones de cuidado y cariño para ti mismo: no descuides tu alimentación, haz ejercicio, toma unos minutos al día para meditar, visita al médico si hace falta y mímate un poco. Así podrás enfrentar mejor el día a día en el trabajo y manejarás de forma más eficiente los problemas que lleguen a presentarse.